Lunes 19 de febrero de 2018
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Las violencias ancestrales en la relación hombre-mujer o mujer-hombre se han convertido en un tema de actualidad debido al desarrollo acelerado de la especie humana, llevando a soluciones formales que no expresan y más bien se alejan de la realidad cotidiana donde las injusticias se reproducen sistemáticamente en ambos sentidos. Reducir el problema solamente al machismo (El abuso de la mujer por el hombre) es vulgar y poco racional, cayendo en el hecho falso de que el hombre es el malo de la película y la mujer la "monjita de la caridad". En los hechos no resulta tan así porque la especie humana lleva en sus genes las conductas probables a adoptar en su vida en sociedad, sean buenas o malas, independientemente del sexo o género.
Ahora, cuando se intenta manejar políticamente el tema, se cae en la absurdez de la manipulación, la mujer nunca fue víctima, a lo sumo triunfadora de una lucha perversa contra el hombre. Es absurdo peyorizar al hombre como un sujeto destinado a maltratar a la mujer cuando ésta se comporta de manera parecida, aunque los métodos difieren por los roles asumidos en el hogar y por las diferencias biológicas y mentales, a pesar de no ser demasiadas estas últimas. En la mente del ser humano, trabajada a partir de la acción, o inacción, de los genes subsisten de manera persistente rasgos de conducta atávicos que se pueden aminorar con la educación en todas sus formas, pero que no se pueden suprimir totalmente en pocas generaciones. La maldad nos acompañará todavía durante mucho tiempo a todos, mujeres y hombres. Es fácil hablar de derechos cuando se cae en la nimiedad de lo absurdo: el reconocimiento de que el hombre es un estúpido. Y lo es.
