La escuela como institución de enseñanza formal tiene una vigencia universal. Sin embargo, en los países de la región andina deja todavía sin atención a muchos niños y niñas. Para nuestros propósitos es necesario remarcar que los estados-nación de la región planifican, administran y financian la educación de manera centralizada. Para algunos, la escuela es el centro del saber, de la formación; para otros, un instrumento de dominación de la sociedad dominante. Así, en países de diversidad lingüística, cultural y étnica, la escuela de orientación urbana puede considerarse como una penetración en el mundo rural, como un puente entre lo urbano y lo rural, o como un factor de desarrollo y reivindicación del derecho a la educación por parte de los pueblos subordinados. En todo caso, la escuela es una institución que afecta la vida de muchas personas y de la sociedad en su conjunto. Los niños y maestros pasan miles de horas en la escuela cada año.
Más precisamente, en el aula confluyen tres elementos básicos: el educando, el educador, y el currículo. El diseño del currículo generalmente responde a las variaciones de estos tres elementos básicos; de modo que un requisito para diseñar el currículo es el levantamiento de un diagnóstico del contexto, principalmente en lo que respecta a las necesidades de aprendizaje de los alumnos. De manera similar, la formación de los maestros generalmente responde a las exigencias del currículo. Sin embargo, estos elementos varían en el tiempo y el espacio. Por ejemplo, en lo cultural y en lo lingüístico, los educandos pueden ser castellano hablantes, quechuas, aimaras, guaraníes o pertenecer a otros pueblos. O de un currículo basado en la transmisión de conocimientos se puede pasar a uno basado en el constructivismo, como está pasando en muchos países de la región.
Podemos concebir el currículo como una serie de actividades con fines pre-establecidos. Para realizar estas actividades, el alumno debe cumplir ciertos prerrequisitos como la edad o el vencimiento de etapas anteriores; y el docente debe estar preparado para realizar las acciones educativas con miras a efectivizar el perfil de salida de los estudiantes. Estas actividades se realizan predominantemente en el aula y precisan de competencias, contenidos y materiales, por una parte, y de enfoques y metodologías, por otra.
En los países de la región con poblaciones indígenas la educación de los niños se hace más compleja tanto por la presencia de diversas lenguas y culturas como por las tendencias hegemónicas y homogeneizadoras ejercitadas por los sectores dominantes sobre las poblaciones indígenas. La escuela, en este contexto, no sólo tiene que ocuparse de la ya difícil tarea de diseñar el currículo (generalmente centralizado) sino tiene que tomar en cuenta la diversidad lingüística y cultural que los alumnos traen a la escuela. La aproximación tradicional, sin embargo, fue ignorar la diversidad y operar solamente con lenguas y conceptos de los sectores dominantes. En las últimas décadas, los gobiernos -muchas veces por las demandas de los sectores de base, y/o por las políticas promovidas por los organismos financieros internacionales-han implementado proyectos de educación intercultural y bilingüe.
El aula es interesante porque está viva: la interacción entre educadores y alumnos es similar en las escuelas (posiblemente a nivel mundial) pero la particular combinación de los actores, de la época y sus paradigmas, de las lenguas, culturas y mentalidades, de las propuestas del currículo, y el carácter dinámico de las disciplinas en el sentido foucaultiano, hacen que el aula sea dinámica y siempre cambiante. Podemos concebir el aula como el punto de contacto entre las propuestas de la sociedad dominante y las resistencias y expectativas de los pueblos subordinados. El punto de contacto hace posible los flujos, las apropiaciones, los híbridos, pero también las resistencias. Gran parte de las dinámicas áulicas se generan porque el maestro busca enseñar y para enseñar debe previamente controlar la situación (ya sea por el premio o el castigo), y el alumno acepta aprender pero también aprende a sobrevivir en el aula.
Por todo eso, en general, es necesario conocer de cerca y con detalle lo que pasa en las aulas; no solamente para entender mejor el acto educativo y sus consecuencias en la educación de los niños y proponer cambios y alternativas que mejoren la calidad educativa; sino también para informar a la sociedad local y nacional, a los estudiantes, intelectuales y formadores, los burócratas y los políticos de las realidades del aula, de modo que la planificación educativa esté fundamentada en la comprensión de estas realidades.
El objeto de estudio, por tanto, es la acción educativa ejecutada en el aula, pero sin perder de vista sus múltiples conexiones con el contexto.
(*) Profesor, Director de la Unidad Educativa "Vichajlupe”
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