Viernes 16 de febrero de 2018
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El 22 de enero último el régimen cocalero ha celebrado doce años de permanencia continua en el gobierno; lo ha efectuado a la usanza de otra época: ruidosamente, jubilosamente. Pero pasaron muchas aguas (No de las muy claras que digamos) bajo el puente del tiempo. Con una metáfora dirÃase: se agitaron aún las descoloridas y desgastadas banderas del proceso de cambio.
La "docena" tiene una significación emblemática especial. En los mercados y las tiendas todavÃa se compra y se vende muchas cosas por docenas. En el campo institucional, como disputándose alguna cosa, varias universidades otorgaron al jefazo más de una docena de doctorados por honoris causa, las que fueron vistas después con desprecio: "me siento feliz de no haber ido a la universidad". Claro, ni para qué ir si aquello por lo que se va viene con sus pies por otro camino.
Sonó fuerte, como decÃamos, esa cifra en la celebración. Y en verdad nadie hasta ahora logró permanecer tanto tiempo, sin causar ruido de sables en los cuarteles ni otros ruidos extraños, a más de los discursos altisonantes de autoalabanza. Empero, a alguien se le ocurrió comparar con los diez años de Andrés de Santa Cruz. No corresponde. El tiempo cualitativo del Mariscal de Zepita, en función de lo que hizo y de lo que vale, es muy superior a cualquier mandatario del paÃs.