Es difÃcil hablar, a estas alturas, del origen de Tupiza, el municipio que fue noticia nacional por unos dÃas debido a que sus calles se anegaron como consecuencia de las intensas lluvias.
Pocos se refirieron a la importancia que tiene Tupiza no solo para PotosÃ, el Departamento del que a regañadientes forma parte, sino para el paÃs entero.
Determinar su origen es complicado porque este se pierde en los recovecos del tiempo. Se sabe que fue el centro de una de las grandes culturas preincaicas, la de los Chichas, pero pocos van más allá.
Son los propios tupiceños quienes van desenredando, de a poco, los secretos de su pasado. Recientemente se difundió, por ejemplo, que su idioma original fue el kunza y no el quechua ni el aymara.
Los chichas fueron un pueblo aparte, igual que los charkas, qaraqaras, chuis, killakas, karankas, lÃpez y otros que habitaron lo que hoy es el Departamento de Potosà antes de la expansión incaica que se tradujo en la constitución del Tawantinsuyu.
Su ubicación la convirtió en determinante no solo para la Audiencia de Charcas sino para los dos virreinatos de los que formó parte en tiempos coloniales.
Ya en la República, sus yacimientos de minerales la convirtieron en uno de los pilares de la economÃa nacional y en la base para la fortuna de la dinastÃa Aramayo.
Tupiza no descansó en ningún periodo de la historia boliviana. Si el fútbol llegó a su nivel más alto con VÃctor AgustÃn Ugarte, la literatura se enriqueció con Gastón Suárez y Ã?scar Vargas del Carpio. El teatro boliviano no se entiende sin el grupo "Nuevos Horizontes" de Liber Forti y la música no serÃa la misma sin las cuerdas y letras de Alfredo DomÃnguez.
SÃ. Bolivia le debe mucho a Tupiza, el "pueblito encantao" enclavado en medio de los cerros colorados que fueron el lÃmite del imperio de los incas, y, como casi siempre ocurre con las ciudades que quedaron al margen del centralismo -nacional y departamental-, no le ha pagado lo suficiente. Se le debe, por lo menos, atención permanente y no sólo cuando las aguas inundan sus calles y destruyen viviendas.
(*) Premio Nacional en Historia del Periodismo
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