«Es muy constante entre los fieles la opinión, comprobada con larga experiencia, de que no perecerán eternamente los que tengan a la misma Virgen por Patrona» (Benedicto XV).
El Papa PÃo XI claramente dejó escrito: «No puede sucumbir eternamente aquel a quien asistiere la SantÃsima Virgen, principalmente en el crÃtico momento de la muerte. Esta es la sentencia de los doctores de la Iglesia, de acuerdo con el sentir del pueblo cristiano».
«Tenemos por cosa averiguada que, doquiera que la SantÃsima Madre de Dios es obsequiada con sincera y diligente piedad, allà no puede fallar la esperanza, de la salvación» (Papa PÃo XII).
La devoción es una disposición que reside principalmente en la voluntad, a la cual hace pronta para el servicio de Dios. Nosotros servimos a Dios glorificándole en sus obras y en sus santos. El culto a la Virgen está por encima de todos los demás santos y se mide por el afecto que profesamos a MarÃa.
Nuestra Señora cuando se apareció en Fátima en 1917 declaró por sobre cualquier duda, que lo más importante es el cambio de corazón la conversión interior, por eso la Verdadera Devoción a MarÃa es ante todo y sobre todo una vida cristiana ejemplar, particularmente en su aspecto social y comunitario, en una expresión de gentileza y generosidad, de compasión constante.
¿Cómo podrÃa entonces ser, «devoción mariana», aquella que no se esfuerza por «hacer lo que Jesús nos diga»? «Todo lo que hay en el mundo -nos dice San Juan- la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de la vida, no viene del Padre» (1 Juan, 2, 16). La sensualidad, la codicia y el orgullo son las caracterÃsticas principales del mundo.
Solo haremos progresos en la perfección cristiana y mariana en la medida en que sepamos vencer y oponernos a nuestras inclinaciones naturales.
Es cierto que el culto mariano puede y debe ser exterior. Las prácticas exteriores, de ordinario, contribuyen no poco a despertar o reavivar las disposiciones interiores del alma. Pero, en orden principal, nuestro culto mariano debe ser interior, espiritual. El culto exterior sólo tiene valor en la medida en que es llevado y sostenido por las disposiciones internas del alma. Espiritualización de la vida mariana significará de ordinario perfeccionamiento y progreso. Debemos honrar a MarÃa como adoramos a Dios, «en espÃritu y en verdad».
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