Las extinciones masivas en el Planeta Tierra

Desde el origen del espacio y del tiempo, conceptos muy difíciles de entender en toda su inconmensurable complejidad, el Universo, aquel que nos cobija en un pequeñísimo lugar anclado en uno de los brazos de la Vía Láctea, nuestra galaxia primigenia, y centrado en el Sistema Solar, un escenario de vida y muerte de 4675 millones de años de edad, es tan difícil comprender lo pequeños que somos los seres humanos. En este dilema de nuestro origen primigenio, el que, de acuerdo a los avances de las ciencias geológica y paleoantropológica estaría provisionalmente en un margen de 5-7 millones de años, a partir de una evolución tardía y, por ende, cualitativamente significativa, abundan más las preguntas que las respuestas.

La extinción masiva es un tipo de depredación terminal de carácter natural, en la cual desaparecen un 50 % o más de las especies en un periodo comprendido entre uno y tres millones y medio de años, cuando en momentos normales las extinciones se producen a un ritmo de entre dos y cinco familias biológicas de invertebrados marinos y vertebrados cada millón de años. Desde que la vida empezó en la Tierra se han detectado cinco sucesos tras los cuales se han extinguido más de la mitad de las especies existentes. Estos eventos son generalmente desconocidos, pero existen evidencias provisionales de colisiones con meteoritos y cometas de varios kilómetros de diámetro, erupciones volcánicas masivas, supernovas cercanas, las acciones de una o más nuevas especies, combinaciones de las anteriores, etc. Las más destructivas fueron las tres primeras, pero los datos son escasos.

Se ha establecido estadísticamente que aproximadamente cada 100 millones de años impacta un asteroide de varios kilómetros de diámetro contra la Tierra. Si se tiene en cuenta que la vida pluricelular lleva unos 600 millones de años debería haber habido entre cinco y seis grandes extinciones desde entonces. Las otras posibles causas atribuidas a grandes glaciaciones globales o a erupciones masivas se consideran entre los efectos secundarios que un gran impacto podría producir, por lo que no serían más que sinergias de esa misma catástrofe cósmica. Otras causas apuntan a las fluctuaciones del campo magnético terrestre, llevadas a cabo mediante su sucesión de cambios de polaridad, que provocan una fuerte disminución de la protección de la Tierra frente a la radiación cósmica durante los períodos en los que se producen. Y la actividad del Sol, nuestra estrella madre, puede producir cambios acelerados o lentos, dependiendo de sus características particulares.

Ahora, es pertinente afirmar que fenómenos como el cambio climático, con causas internas, o sea las referidas a la acción de nuestros congéneres, y externas por razones cósmicas, muy difícilmente acabarán totalmente con la vida en la Tierra, siempre quedarán sobrevivientes debido a razones naturales o al desarrollo de la tecnología y de las técnicas de supervivencia a partir de un fenómeno de extinción masiva. No obstante, se pueden desarrollar procesos de mayor impacto, independientes de nosotros, que sí acabarían totalmente con la vida humana y la fauna mal llamada salvaje, pero las plantas tienen mayores posibilidades de continuar el ciclo evolutivo, aunque en difíciles condiciones. Sin embargo, siempre queda la alternativa de trasladarse a otros planetas de disímiles sistemas en un Universo infinito, aunque antes hay que resolver problemas del pasado que nos siguen agobiando y están muy reflejados en la Biblia de manera dramática, aunque contaminados por los prejuicios humanos.