Jean-Francois Lyotard, sentenciaba en 1986, en La posmodernidad (Explicada a los niños), acerca de la religión: «Muchos piensan que este es el momento de la religión, el momento de reconstruir una narración creÃble en la cual se contará la herida de este fin de siglo, en la que esta herida llegará a cicatrizar».
El filósofo de la posmodernidad, no está de acuerdo con esa idea, pero, al mismo tiempo, no toma en cuenta el hecho de que la religión, a pesar de ser una invención humana, está indisociablemente unida a la cultura.
Pues, la religiones no son ajenas a esta sensibilidad, más bien encuentran un espacio propicio para desarrollar espiritualidades en busca de sentido del misterio de la Realidad. Como decÃa Ernst Cassirer: «La naturaleza era los desconocido, en el sentido de algo opuesto a lo conocido, lo infinito, en el sentido de lo que se distingue de los finito. Fue este sentimiento lo que, desde los primeros tiempos, promovió el impulso hacia el pensamiento religioso y el lenguaje. La inmediata percepción del Infinito ha formado, desde el principio mismo, el ingrediente y el necesario complemento de todo conocimiento finito». Por esa razón, el ser humano cree no solo a partir de su finitud sino desde y a pesar de su ser finito.
La religiones y la posmodernidad, no solo hacen buenas migas de cara a la dimensión religiosa en la condición humana, sino que pueden ofrecer al hombre mejores posibilidades de encontrar sentido, de cara a la inmensidad del Misterio o como, decÃa, Karl Rahner, Absoluto Misterio.
(*) Teólogo y filósofo
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