Jueves 08 de febrero de 2018

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Aun después de breves ausencias, retornar implica ponerse al dÃa y para quienes somos aprendices del conflicto, no hay mejor resumen que el taxista, el micro, un bar, la casera, los vecinos los amigos, etc. En esta ocasión, escuchar de entre estos últimos que el presente no admite ciertas conversaciones y que para salvar ciertas relaciones, es mejor poner distancia con aquellos que se alinean con "el otro bando", es lo que llama la atención.
La polarización no es algo que desconocemos en el paÃs, desde la sociedad civil la percibimos casi sensorialmente - quizás porque se la sufre - desde la polÃtica formal la convierten en muletilla para atacar-defender y desde la academia muchos describen lo que representa, pero pocos han explorado sus raÃces e implicaciones.
La propuesta de GarcÃa Linera - guste o no entre las más serias - para explicar la crisis de Estado a inicios de los 2000 nombraba a una sociedad marcadamente polarizada como "empate catastrófico", desde su raigambre marxista el Vicepresidente entendÃa aquel momento como la (co)existencia de dos bloques polÃticos, el indÃgena-popular contra el señorial, en el cual ninguno lograba la hegemonÃa necesaria para desarrollar un proyecto de poder particular. En el presente la misma ha caducado y otras son las reflexiones del pensador, no tanto asà del polÃtico. En julio del año pasado, el primero declaraba en una entrevista a eldiario.es de España que la revolución es un momento de democracia absoluta en la que todo está en debate y por todos. Que una revolución es un proceso de profunda politización y una democratización absoluta de la sociedad. Tres semanas atrás, frente al auditorio del XVII Congreso Ordinario de la Federación Departamental Ã?nica de Mujeres Campesinas IndÃgenas Originarias de La Paz "Bartolina Sisa", el segundo llamaba a derrotar a los racistas advirtiendo que "cuando atacan a Evo, le atacan a usted porque están insultando a la pollera, al poncho, al aguayo". A finales del año pasado el presidente del Colegio Médico de La Paz declaraba que "a diferencia de los movimientos sociales", ellos sabÃan leer y pensar. Semanas después, Larrea era uno de los que más apertura mostraba hacia la negociación con el Gobierno de entre la dirigencia médica departamental.
La concepción del momento revolucionario como democracia de alta intensidad y vitalidad polÃtica y la figura del "ellos contra nosotros", ambos, cada uno, nos llevan en direcciones distintas. La pregunta que importa es dónde queremos ir y/o acabar. Debemos cuestionarnos cómo transcendemos los ciclos de violencia - en el presente latente - de los que nuestra comunidad es vÃctima, siendo parte de ellos a diario.