Eso les dijo en cierta ocasión el ex ministro Rada a los opositores, a tiempo de echarles en cara sus crasos errores que el gobierno supo aprovechar con viveza…indígena. Otro tanto podría decirles ahora Sacha Llorenti a los que en el Parlamento gimen de impotencia y de rabia ante el avasallamiento brutal de la aplanadora.
Porque en verdad, sin el concurso de la oposición, no existirían ni la Constitución de la Glorieta ni la Asamblea Plurinacional con las características y el poder omnipotente que ésta tiene. No hay, pues, ninguna sorpresa. El MAS está haciendo lo que anunció que haría, si el soberano escuchaba el pedido clamoroso del hermano Evo.
Se habló de cien leyes prefabricadas. Había sido cierto. El ahora denominado Órgano Ejecutivo va sacando del paquete un proyecto tras otro para enviárselo a la Asamblea. El siguiente paso es aún más fácil. En ambas Cámaras el MAS cuenta con los dos tercios requeridos para despachar las “cortas” y las “largas” en menos de que cante un gallo, sin cambiar una coma. Es tradición que los legisladores le pongan después la cereza al pastel. Levantan la mano y punto. A un volver la cabeza, ya está hecha la ley.
Las bancadas oficialistas cumplen su labor. Aunque sin mérito propio, la verdad; porque juegan sobre caballo ajeno, sin emoción ni expectativa. No hay nada que la Asamblea pueda negarles. El resultado final siempre está garantizado. Hasta debe de aburrir. Es como ver el fútbol en diferido. Sin embargo, se nota cierta habilidad en los montajes, para la galería y el público. Las apariencias simulan un escenario de arduos y sostenidos debates. ¡Qué gran esfuerzo!
Cuando el torneo retórico se agota, con peligro de derivar en otras situaciones poco decorosas, entonces se vota por la suficiente discusión. “Estamos cansados, que venga la topadora”. Con la algazara y el alboroto despiertan los que estaban en los brazos de Morfeo. Hasta hay cierta solemnidad. No hay todavía el himno plurinacional, por eso suele entonarse el de la República.
Desde otro ángulo de curiosidad, los “bravos” opositores no dejan de afanarse. Entre los muchos oradores anotados en cada caso, para participar en el debate, siempre figuran también ellos. Pero ¡cómo no! De lo contrario, correrían el riesgo de confundirse con los otros convidados de piedra. Buenos actores, representan sus congojas parlamentarias con gran realismo.
¿Y por qué el Sacha podría repetir el desprecio de Rada? La respuesta parece obvia. En diciembre y en abril la tormenta vino sonando desde el próximo horizonte. Muchos la vieron con ese miedo que siente un labrador por su sembrado. Menos, claro está, los que durante la campaña electoral sólo soñaban con ser lo que querían ser. No se acordaron entonces de la democracia ni de la libertad ni de la patria.
Sabían que tenían al frente un adversario poderoso. Y también, que el logro de los dos tercios por el MAS en la composición de la Asamblea significaba entregar en bandeja todos los instrumentos ominosos al totalitarismo. Los chiquitines de la escuela saben y comprenden que el lema “la unión hace la fuerza” no es mentira. Pero los candidatos, ofuscados por su ambición personal, hasta de eso se olvidaron. Sí señor Rada, su consejo vale. Esos señores que se pusieron ellos mismos la espada de Damocles sobre sus cabezas, ahora que vayan a llorar al río.
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