Domingo 04 de febrero de 2018
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En Oruro ya estamos acostumbrados a vivir entre el alboroto y el alborozo, dependiendo de meses y fechas, pero igualmente en un periodo especial, con más ruido del regularmente molesto, que además de irritar a la vecindad, también causa daños reales en la salud colectiva, sin que se dispongan medidas para disminuir y evitar este mal, que ciertamente es de casi todas las ciudades de nuestro paÃs, en el que no hay medidas radicales contra el mal, como ocurren en otras del exterior.
Fuera de ese ruido generalizado de bocinazos, ruido de motores, escape libre en muchos coches, ruidosas motocicletas, se suma casi de manera regular, el paseo por las calles de conjuntos folklóricos con acompañamiento de estruendosas bandas en continúas festividades, pero con mayor asiduidad en el tiempo previo al carnaval, empezando y terminando en los convites y las entradas devocional y del corso de carnaval. Ruido permanente, aunque naturalmente el gusto es de cada estante y habitante, incluyendo a los visitantes nacionales y extranjeros.
Un fanático orureño del carnaval, ha calificado a Oruro, como la ciudad del alboroto y del ruido acompasado, una manera de diferenciar el que lastima en forma directa los tÃmpanos de la gente, aunque no menos suceda lo mismo si pasa a lado de una majestuosa banda.
Fuente: LA PATRIA
