La política es distinta de la ética individual, exactamente como una rama es distinta de otra perteneciente al mismo árbol. La política es una parte especial de la ética y comparte una aplicación considerable del arte y la técnica; arte por administrar la política con inteligencia, y técnica porque es necesario dominar los principios de la Ciencia Política.
Es un ejercicio de arte y técnica que esta orgánica e intrínsecamente subordinado a las energías de la ética que constituyen la política; esto significa que el arte político no es autónomo, sino que se halla comprendido y encarnado en la ética, pero, ¿Qué es la ética?, es la filosofía moral que tiene por objeto el examen filosófico y la aplicación de los hechos morales, entendiendo el concepto de moral tanto a la moralidad como a la ciencia de lo moral.
Lo moral concierne a algo central que parte del núcleo de libertad de la persona espiritual y a algo total que hace valer el cuño o la impronta del espíritu en el cuerpo de la comunidad, dentro del mundo de los bienes y las cosas y en la subordinación a Dios que creó al hombre con la inclinación al bien que es la perfección teleológica de la persona humana.
Todos estos elementos valiosísimos y su consecuente observación en cada acto evitan que el político se corrompa y esté eventualmente corrupto, esgrima una doble moral. No puede haber una doble moral para el individuo en privado y para la actuación política, para el hombre y para la mujer, antes y después del matrimonio y para las diversas clases sociales para que traten a todos con igualdad y sin discriminación.
El cinismo de un político corrupto observa el fin de la política únicamente como la conquista del poder y la conservación del poder, lo cual es una obra que hay que realizar. Por el contrario, y de acuerdo a la naturaleza del hombre inclinado hacia el bien, el fin de la política es el bien común y, como nos enseñaron los sabios filósofos griegos, servir a la ciudadanía con la concepción de apostolado, que no es poco.
¿ Qué es el bien común?, el bien común consiste en una vida buena, es decir, una vida que esté de acuerdo con las exigencias y necesidades primordiales y la esencial dignidad de la naturaleza humana, que es la vida recta y feliz, del conjunto social como tal, de la población; de tal manera que obliga moralmente al político que las crecientes riquezas y herencias buenas que pueden comunicarse y que están involucradas en esa vida buena de la población, sean distribuidas entre los individuos, sin excepción, y que forman parte de la comunidad.
Frente a toda tentación de corrupción política, es decir, de lograr éxito y poder por medio del mal, la conciencia moral responde y no deja de responder, lo mismo que cuando esa conciencia moral se ve tentada por cualquier falta que pueda rendir provecho: nunca es lícito practicar el mal, cualquier el bien que se pretende lograr.
(*) abogado corporativo, posgrados Interculturalidad y Educación Superior, Derecho Aeronáutico, Docencia en Educación Superior, doctor honoris causa, escritor.
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