Aunque la información oficial refiere que "ha disminuido sustancialmente el porcentaje de desempleo" en el país, la otra fuente de noticias, asegura que ha crecido descomunalmente el comercio informal que es sustento de miles de desocupados.
No hay necesidad de entrar en muchas divagaciones sobre el tema, porque está a la vista que nuestra ciudad como otras, por ejemplo del eje central, se convierte en un espacio apropiado para la instalación de puestos callejeros de venta, copando enorme espacio público, arrebatado a los transeúntes que sólo tienen estrechas franjas en algunas aceras para su circulación.
Se puede observar que en lugares próximos a los centros de abasto, incluso las calzadas están ocupadas por centenares de comerciantes haciendo dificultosa y peligrosa la circulación de personas, obligadas a transitar junto a los vehículos de servicio público que dicho sea de paso, siguen siendo causantes del caos en la zona céntrica de la ciudad, complicando más aún el derecho de circulación de las personas, entre éstas niños y personas de la tercera edad, las más vulnerables a una serie de peligros contra su humanidad.
Este problema que lo mencionamos por enésima vez, nos obliga a repetirlo debido a la pasividad alarmante de nuestras autoridades que no pueden disminuir y menos eliminar este abusivo proceso de invasión de las vías públicas, que se extiende de manera imparable, generando justificadas protestas de la comunidad y el reclamo de ciertos dirigentes cívicos y vecinales, que tal parece no son escuchados en la instancia oficial, lo que ratifica una denuncia formulada por dirigentes institucionales y del sector comercial legalmente establecido, al señalar que "se trata de un buen negocio para el municipio" que cobra un tipo de impuesto especial a los comerciantes informales que adquieren "un derecho" irregular por el uso de espacios públicos.
En el caso especial de nuestra ciudad, la falta de organización urbana, y el indisimulado apoyo al crecimiento de la informalidad, se acrecienta en la temporada previa al Carnaval y durante esa festividad, haciendo de Oruro, una ciudad mercado, escenario folklórico, y el sitio propicio para vender "hasta piedras de color", en apreciación de personas afectadas por el desbarajuste incontrolable.
Una vez más el justificativo de este irregular proceso que complica la ciudad y nos coloca ante los visitantes en una absurda posición de caos generalizado, con una muestra de "ciudad mercado", antes de mostrar la verdadera imagen de Capital del Folklore de Bolivia, que consistiría en la demostración de los atributos que nos permitieron además el título bien ganado de Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad y no el centro más enorme del comercio informal.
Si bien el problema tiene características de orden socio laboral, durante todo el año, permitiendo a mucha gente sobrevivir con los negocios ambulantes, ya es tiempo de que las autoridades se ocupen, por lo menos en Carnaval, de establecer un plan ordenado de ubicación de esos comerciantes informales, de modo que en el mejor de los casos, se respete parte del espacio público para un seguro tránsito de las personas.
Algo debe hacerse para que la ciudad no sea invadida por la informalidad, más de lo que está, y se la muestre por su otra valoración folklórica, devocional y tradicional, que tendría que ser responsabilidad de Alcaldía, Gobernación, Policía, FF.AA., instituciones en general, todos contribuyendo al ordenamiento de la ciudad, vigilando el cumplimiento de normas que deben disponerse cuanto antes.
Fuente: LA PATRIA
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