El bautismo que administraba Juan el Bautista no era el sacramento, tal como hoy celebra la Iglesia. ConsistÃa fundamentalmente en un baño simbólico. Quienes deseaban ser bautizados se arrepentÃan públicamente de sus pecados. Luego Juan les sumergÃa de espaldas unos instantes en las aguas del rÃo Jordán y finalmente los sacaba para que respirasen de nuevo. Con ello se simbolizaba el propósito de morir al pecado y de renacer limpios a una vida nueva. De hecho en la religión hindú hay un rito similar. El agua es el medio más comúnmente utilizado por el hombre para lavarse y limpiarse de la suciedad corporal. Muchas personas de diversas clases sociales acudÃan al llamado de Juan, recibÃan el baño del agua y salÃan reconfortados con la esperanza de cambiar de vida y de ser perdonados por la gracia divina. Asà se liberaban del terrible castigo anunciado por Juan al profetizar la inminente llegada del MesÃas, el Ungido por Dios (Mt 3, 11-15).
El bautismo de Jesús nos ofrece a todos los hombres la posibilidad de renacer con una nueva filiación divina más allá de los parentescos de la carne. Debemos, pues, vivir y profundizar este gran misterio. Ojalá aprovechemos esa oportunidad que el Señor nos da para comprender y vivir el infinito amor de la Familia Trinitaria, manifestado en la Sagrada Familia de Nazaret y renovado en la Familia de la Iglesia que brota de la unión de los Corazones de Jesús y de MarÃa.
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