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Viernes 26 de enero de 2018

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Perspectiva Minera

Súper estado minero

26 ene 2018

Por: Dionisio J. Garzón M.

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En días pasados la prensa escrita (La Razón 14.01.18) consigna información preliminar sobre las ganancias de algunas empresas de la Corporación Minera de Bolivia Comibol, Huanuni que habría ganado $us 21,29 millones en 2017, Colquiri $us 22,20 millones, Corocoro $us 600.000 y la Metalúrgica Vinto, que procesa la producción de estaño de las dos primeras, que habría tenido un crecimiento del 9,7 % en sus ventas. Al margen de la importancia intrínseca de las cifras que reflejan una leve mejoría de precios de metales en el mercado internacional en 2017, demuestran que Comibol aún vive de la herencia de viejos distritos mineros cuya historia se remonta a los últimos años del siglo XIX y primeros del siglo XX y que, la escala de estas operaciones es similar o inferior a la que tenían en aquellos tiempos. También se deduce que el resto de operaciones dependientes de la estatal minera (v.g. Karachipampa, Telamayu, Mallku Khota, etc.) siguen en el marasmo de problemas técnicos y sociales a los que en varias ocasiones me referí en esta columna.

Sin el ánimo de ser reiterativo ni de adoptar poses de clarividente, este comportamiento de la minería controlada por el Estado se veía venir hace mucho tiempo; ya en la Asamblea Constituyente y en años posteriores al generar la Ley 535 de Minería y Metalurgia, hemos construido un régimen jurídico minero y de tributación que es, como lo bauticé, una "camisa de fuerza" para los operadores mineros. Toda el debate sobre este asunto que se recopiló en esta columna y en mi libro De oro, plata y estaño (Plural Editores, 2014 y 2017) apunta a que es imposible potenciar Comibol, generar nuevos proyectos de clase mundial y dejar la informalidad campante en el sector, con este tipo de legislación. Los resultados saltan a la vista, la escala de las ganancias de la Comibol parecieran corresponder a una empresa de la minería chica y no a una corporación minera, tampoco se puede comparar con las ganancias, por ejemplo, del sector minero informal del oro cuyo movimiento anual siempre está alrededor de $us 1.000 millones/año y cuya contribución al Estado es muy pequeña. Los resultados muestran una realidad lapidaria, Comibol es la quinta rueda del carro de la minería nacional hoy día y no es por falta de compromiso de sus ejecutivos actuales sino, por una legislación que no se compadece de la estatal minera y de su historia de décadas generando las divisas que el país necesitó en su transitar republicano y de su contribución al desarrollo nacional.

La legislación nos vende humo pero, machacando algunas frases del libro, la capacidad innata de maravillarnos con encendidos discursos como nuestros antepasados con espejitos de colores a cambio de sus ornamentos de oro, vemos de reojo cómo nuestros proyectos mineros no avanzan pero los discursos sí. No hemos podido hacer de Comibol un "holding" de empresas como mandan los manuales pero anunciamos millonarias inversiones que a la larga no se concretan o no tienen resultados como en Corocoro, cuyo desenlace ya estaba escrito desde los años 80 cuando se intentó un proyecto similar. Sacamos de Comibol proyectos grandes como la siderurgia en el Mutún y el proyecto de litio y potasio de Uyuni y dejamos a la corporación los problemas ¿Estará bien esta política? ¿Dejará algún resultado positivo? Las dudas crecen y todo pareciera indicar que no queremos una corporación minera; con la informalidad reinante que genera trabajo informal y movimiento en el mercado interno nos contentamos. Triste destino para una institución que era puntal de la economía y de la política nacional, consideraba núcleo central del "Súper Estado Minero" de los años de gloria de la minería nacional.

Ingeniero geólogo, ex Ministro de Minería y Metalurgia

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