Cuando el 21 de febrero de 2016 esa mayorÃa cambió de signo y su intento de ir a la reelección indefinida fue bloqueado con la misma fuerza democrática que lo hizo Presidente en tres ocasiones, se acabó la celebración, se acabó la demanda de respeto a la soberanÃa popular y la retórica de gobernar escuchando al pueblo. Comenzó, en cambio, a funcionar otro discurso, el del ´cartel de la mentira´, el de las variopintas teorÃas de la conspiración repitiendo el viejo libreto de todo gobierno que prefiere inventar argumentos en vez de reconocer, aunque sea por una vez, que comienza a perder el favor popular. Es más fácil acusar al imperialismo yanki, a la derecha vende patria, a los polÃticos caducos y a la clase media decadente, que reconocer que el modelo no tiene nada que ofrecer, que hay una evidente degradación y envilecimiento de aquellos objetivos y promesas que permitieron un camino tan ancho y tan lleno de buenos augurios.
El MAS se niega a entender que hay una diferencia entre la valoración de lo hecho hasta hoy, contrastado con el agotamiento por las cosas negativas que salen progresivamente a la luz, la institucionalidad cada vez más debilitada y, sobre todo, lo poco o nada nuevo que el proceso polÃtico en vigencia tiene para ofrecer.
Pero, sin duda, el peso mayor es el desprecio por nuestro voto. Esa afirmación prepotente que conlleva el fallo del 28: "sÃ, he decidido no aceptar el veredicto del Referendo del 21F. ¿Algún problema? La respuesta ha sido: "sÃ, hay un problema, la soberanÃa popular es el mayor bien de la democracia y lo vamos a defender".
El Presidente y su gobierno se equivocan y prueban una vez más que no han logrado construir un modelo capaz de reproducirse legÃtimamente en democracia, con la indispensable renovación de liderazgo. Su decisión atrabiliaria pone en riesgo su propia propuesta histórica y muestra una limitación pertinaz, confundir revolución con democracia. Democracia es algo tan simple pero tan importante como aprender a cumplir las reglas que el pueblo se dio a sà mismo por decisión soberana, cuando aprobó mediante Referendo su Carta Magna. Sólo el pueblo la puede cambiar, y en este punto especÃfico ya dijo un rotundo NO.
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