Berta van Suttner, precursora del Premio Nobel de la Paz
14 ene 2018
Harland Manchester refiere la historia de Berta von Suttner, la hermosa mujer que persuadió
al gran fabricante de explosivos de que patrocinara la causa pacifista
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Cierto dÃa conoció a Arturo, el guapo hijo del barón. "Apenas entró en la habitación, me pareció que esta se iluminaba", escribió Berta más tarde.
Berta contestó el aviso y tuvo una cordial respuesta de Alfredo Nobel. La baronesa le informó que era el inventor de la dinamita. Se convino en una entrevista en ParÃs.
Alfredo Nobel, ya rico y famoso, se habÃa establecido en ParÃs en una lujosa mansión ricamente alhajada. Solterón empedernido, se rodeó de las mayores comodidades posibles: Contrató los servicios de un gran cocinero, aunque solamente podÃa gustar comidas sencillas, sin condimentos, porque los gases de la nitroglicerina le habÃan dañado el estómago. Compró caballos de pura sangre y un vistoso carruaje en el que daba solitarios paseos por el Bosque de Boulogne.
Frecuentaba una tertulia literaria y se apasionó, con una efusión melancólica, por la poesÃa, el drama y la filosofÃa.
Los enamorados se casaron a las pocas semanas en una iglesita parroquial, y se dirigieron a Mingrelia, minúsculo principado del Cáucaso que los rusos se habÃan anexado poco antes. La luna de miel les duró nueve años, pasados casi todos en alegre penuria. Arturo trabajaba de dÃa como tenedor de libros en una fábrica de papel de empapelar. Entretanto, Berta enseñaba piano y canto a las hijas de los nobles.
No obstante, la guerra abrió nuevas rutas a las múltiples habilidades de Arturo, quien se dio a la tarea de emborronar cuartillas para un periódico de Viena. Terminado el conflicto, siguió escribiendo entretenidas crónicas acerca de aquella región y sus habitantes, y casi sin darse cuenta se convirtió en escritor próspero.
Berta, que contemplaba esos triunfos con un poco de envidia, escribió en secreto un pequeño ensayo y se lo remitió a la Presse, de Viena, firmado con el seudónimo "B. Ouloo, adelantándose al prejuicio masculino. A vuelta de correo recibió una alentadora carta acompañada de un cheque por 20 florines.
En su destierro del Cáucaso, los esposos Suttner escribieron seis novelas y un buen número de artÃculos. En 1885 regresaron triunfantes a Viena. Los padres de Arturo los perdonaron y les ofrecieron un departamento permanente en el castillo donde una vez la institutriz se atrevió a poner los ojos en el joven barón.
Se charlaba allà de Bismarck y de la posibilidad de una guerra, y a Berta le chocó la actitud frÃvola que todos adoptaban ante la muerte y el desastre. Por primera vez supo que existÃa un movimiento pacifista, la Asociación de Paz y Arbitraje de Londres, y prontamente ingresó en ella.
No es, pues, de extrañar, que el 10 de diciembre de 1905, en el solemne acto que se celebró en Oslo, se acercara a la tribuna una mujer a recibir el Premio Nobel de la Paz: la baronesa Berta von Suttner.
Del: Reader´s Digest - Sel. 1960
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