Los tiempos no son f谩ciles para ning煤n pa铆s del mundo. Con urgencia tenemos que sanar las diferencias y conciliar di谩logos sinceros, cuando menos para generar atm贸sferas m谩s arm贸nicas, comprensivas y tolerantes. No tiene sentido volver a cometer los errores del pasado. Las guerras no las gana nadie. Ni los vencedores que suelen humillar al rival derrotado imponiendo sus furias, ni tampoco los vencidos suelen quedarse en reposo tras una confrontaci贸n b茅lica. Es la sensatez la que nos hace comprender la esencia de lo que somos, la que nos serena y nos hace m谩s humanos, la que nos obliga a entendernos y a promover, no la ley del temor, sino el esp铆ritu de la compasi贸n. En consecuencia, hemos de aprender a perdonarnos y a reconocernos miembros de una familia, en la que no es posible la exclusi贸n. Quiz谩s tengamos que madurar, organizarnos la existencia de otro modo, dignificarnos y realzarnos como linaje aut茅ntico, lo que exige despojarnos de toda falsedad. Igual que nadie puede ser moderado con el est贸mago vac铆o, tampoco es de recibo dejarnos enga帽ar a nosotros mismos, con un c煤mulo de estrategias corruptas, lo que nos obliga a despertar, al menos para que cese de propagarse tanta injusticia, tanta desigualdad social, tanta inhumanidad en definitiva. De ah铆, lo importante que es hacer una llamada a la reflexi贸n, una autocr铆tica cada cual consigo mismo, para ese cambio de perspectiva, menos tensa y m谩s pac铆fica.
No olvidemos que la mayor agitaci贸n social tiene que nacer del desprendimiento, no del inter茅s, de la sabidur铆a que da un soplo respetuoso y considerado con toda savia humana. Nadie puede dominar sobre nadie. Hay que instaurar otras maneras de vivir, menos salvajes, m谩s sociables y civilizadas. Ya conocemos la ideolog铆a de los fuertes y poderosos sobre los m谩s pobres y d茅biles. Hemos de romper con estas contrariedades, cumpliendo y haciendo cumplir, la Declaraci贸n Universal de los Derechos Humanos. Pasemos de las bellas palabras a los hechos. La realidad se torna cruel, sin apenas nosotros inmutarnos. Ante esta bochornosa situaci贸n, es menester que los representantes pol铆ticos y l铆deres de todos los gobiernos, cultiven la honestidad y fomenten los acuerdos inclusivos, despoj谩ndose de lenguajes mezquinos para poder amparar, resguardar y dar aliento, a la multitud de desvalidos que nosotros mismos hemos generado. No pueden estar liderando ning煤n pa铆s, aquellos que fomentan el odio entre ciudadanos. Hoy m谩s que nunca se requieren personas constructivas, ejemplarizantes, gentes sinceras y sencillas, dispuestas a darlo todo por los 煤ltimos entre los 煤ltimos. Realmente, esa falta de compromiso con la verdad, es lo que est谩 avivando unos escenarios ensangrentados, que nos vienen llevando a la locura. Sin embargo, todos hablamos de ese deseo de paz, de vivir y dejar vivir, de fomentar el amor, pero continuamos m谩s armados que nunca, con las espadas en alto y sin clemencia alguna. Recapacitemos. Hoy hay algo tan necesario como el aire para respirar y es el sosiego para no confundirse de camino. En el fondo son las relaciones con las personas lo que da quietud a nuestro interior, la generosidad con nuestros an谩logos. Sin duda, es la entrega hacia el bien colectivo lo que realmente genera sentido a nuestra existencia.
Desde luego, la sensatez es la 煤nica v铆a de negociaci贸n que puede detener este volc谩n de conflictos que nos arruina por todas partes. Si ya sabemos que las batallas son todas in煤tiles, que no traen nada bueno para nadie, 驴Por qu茅 no las desterramos del planeta? De una vez por todas, demos cerrojazo a la continua producci贸n de armas cada vez m谩s mortales e internacionalicemos el lenguaje de la confianza mutua, como premisa, para poder continuar viviendo. No existe un signo m谩s deshumanizador que sospechar irreflexivamente de todo y de todos. Despoj茅monos de esa neur贸tica torpeza de no confiar en nadie, de pensar que es imposible reconstruir corazones, de creer que todo est谩 perdido, 隆pues no!, es preciso estar dispuesto al encuentro para que todo se aminore, tambi茅n la tirantez, para llegar finalmente a una coexistencia de latidos. Porque al fin, hemos de reconocer, que por encima de nuestra indignaci贸n hay que seguir caminando, construyendo puentes de vida, uni茅ndonos en nuestra propia mundializaci贸n, por otra parte cada vez m谩s interdependientes unos de otros. No est谩 bien que el hombre se flagele as铆 mismo, act煤e como un lobo para s铆. Las justas exigencias innatas de la moral, que todos llevamos dentro, nos exigen un esfuerzo colectivo y responsable, ya no s贸lo de salvarnos como especie, tambi茅n de cooperar y colaborar en esa unidad que cuanto m谩s enraizada est茅 en la bondad, mayor ser谩 el regocijo. Ojal谩 encontremos ese horizonte, porque s铆 como dec铆a Plat贸n, "buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro", seguro que nosotros tambi茅n hallaremos esa tranquilidad buscada a pesar de las penurias cotidianas.
(*) Escritor
corcoba@telefonica.net
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