"Las mentiras tienen patas cortas", es una máxima tan pertinente en este momento de la humanidad cuando se usa la mentira para la consecución de unos propósitos que por el medio utilizado invalida la licitud de los mismos. Sucedió con caracteres graves en la elección del presidente norteamericano.
Lamentablemente los malos ejemplos cunden cuando los autores pueden protegerse en el anonimato para infligir daño o crear caos con fines subalternos y nada democráticos. En este caos la peligrosidad acecha y las sociedades se pueden acostumbrar a las mentiras.
Afortunadamente ya existen medios para detectar las falsas noticias o "fake news", utilizando el término anglosajón y, quiénes utilizan las medios electrónicos deben tomar las previsiones necesarias con criterio maduro; por lo contrario, si no lo hacen sirven de transmisores tontos a fines ajenos e ilícitos; siendo evidente que a nadie por su dignidad le satisface ser utilizado.
Filosóficamente y epistemológicamente, los filósofos se han ocupado en hablarnos en abstracto y existe una correspondencia con lo que se piensa; y si la mayoría de los medios aplicarían esta norma en sus publicaciones y en el tratamiento de las noticias, dispondrían de un fiable recurso.
Un ejemplo caótico de la tendencia a creer simplemente lo que se oye o se lee sin investigar fue la guerra de Irak, cuyo fundamento para su intervención e invasión nunca fue claro; empero, la sociedad mundial sabe conscientemente el motivo, sensiblemente el resultado se olvida progresivamente y la realidad hace que las poblaciones estén sujetas a la conciencia moral y formación de la prensa, obteniendo como corolario benéfico la necesidad de la población de escudriñar a su propio criterio y ejercer cuestionamientos cuando surge un atisbo de duda.
Las noticias falsas son una amenaza para la libertad de información y para la misma democracia, pues su ejercicio ilícito socaba irremisiblemente y sin recuperación la estructura moral de las personas que ejercen el periodismo; similar a lo que sucede en la justicia con los operadores de justicia corruptos que constituyeron al cohecho y al soborno como un medio de vida y, extraerse de ese cáncer, requiere de una poderosa voluntad y retornar a la obtención de los medios de vida a través de un trabajo convencional y lícito.
Por ello que se siente en el pueblo, que es la sociedad civil, el llamamiento interno y vigoroso, al Estado y a los partidos políticos, a las asociaciones de periodistas y sobre todo a las empresas tecnológicas, a confrontar y rechazar con firmeza este flagelo de la posverdad, en defensa de un ámbito informativo fiable y responsable.
Como es obligación de todo columnista en sus contactos con el lector, ante este vicio moderno, se le debe ilustrar sobre las medidas plausibles para evitar este desaguisado con las informaciones falsas, así se intentan las siguientes recomendaciones: todos los que tratan o interpretan informaciones están obligados a rechazar, mejor combatir, y por supuesto no fomentar la difusión de noticias falsas, tomando en consideración que el responsable es quien las fabrica, como sucedió en Bolivia en el referendo pasado, que a la postre se descubrió el montaje, más temprano que tarde.
Fundamental en este noble propósito de transmitir la verdad sin sesgos, es formarse internamente para identificar sobre lo que debe considerarse una noticia falsa o una vesania y lo que no, así se protege la libertad de la sátira y los gráficos ingeniosos como crítica social y no simplemente sin ningún respeto a la vida humana, se asesina a los periodistas reflejando el suceso triste de Charlie Hebdo en París.
Otro antídoto contra la publicación de noticias falsas es el código abierto, facilitando los medios, en la medida posible, cómo se ha elaborado la información, método y autoría.
Es vital que los medios, si cometieron un error involuntario, pues de lo contrario es dolo, apoyen y ejerzan la rectificación acorde a las medidas más estrictas pues se trata de un bien personal de las personas que es la dignidad y el honor y además proporcionar herramientas de comunicación a la audiencia para corregir diligentemente y sin demora las noticias inexactas.
Otro elemento imperativo es que las iniciativas de comunicación de los Estados y sobre todo de las organizaciones políticas asuman la cualidad de máximo respeto en correspondencia inamisible con los preceptos internacionales sobre la libertad de información.
Finalmente lo peor sería que se aplique el Derecho Penal, en caso de dolo y sus derivaciones, para combatir los infundios, calumnias e historias inventadas con el propósito de la muerte civil del adversario.
(*) Abogado, posgrados en Conciliación y Arbitraje, Interculturalidad y Educación Superior, Filosofía y Ciencia Política (maestrante) doctor honoris causa, escritor
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