Discurso de recepción del "Premio Princesa de Asturias - 2017" del poeta, novelista y ensayista polaco Adam Zagajewski, escritor perteneciente a la Generación del 68, más conocida como la "Nueva Ola" de autores marcados por un gran compromiso polÃtico
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Por eso, los poetas no se conocen a sà mismos, suelen vivir en la inseguridad, esperando pacientemente la hora en la que se abren las puertas de la lengua.
Cada generación crea su propia visión de la poesÃa, aunque conserve a la vez una fidelidad hacia unas formas tradicionales sin interrumpir asà la continuidad de un proceso que habÃa empezado incluso antes de Homero y que perdura hasta nuestros dÃas, pasando por Antonio Machado y Zbigniew Herbert y siguiendo adelante.
Ovidio escribió sus poemas más bellos en el exilio, en una ciudad o un pueblo pesquero a la orilla del mar Negro, en Tomis.
No entendÃa la lengua local, y sólo cuando miraba la ilimitable superficie del agua, las oscuras olas le recordaban el color del mar Tirreno.
Wisława Szymborska, una persona profundamente honesta, en la segunda mitad de los años 50 escribÃa poemas en la desesperación que le habÃa provocado haber traicionado la verdad de la poesÃa y haberse aliado con un sombrÃo sistema polÃtico cuando era joven.
En el mundo actual todos quieren hablar sólo de la comunidad y de polÃtica, y es cierto que esto es importante.
Czesław Miłosz, un poeta fervorosamente religioso, católico y que a la vez era partidario de una sociedad abierta, democrática, se ve desdeñosamente repudiado en la actualidad por reaccionarias agrupaciones católicas.
No es difÃcil percibir que nos encontramos en un momento que es poco propicio para la poesÃa.
La poesÃa no está de moda, las novelas policÃacas, las biografÃas de los tiranos, las pelÃculas americanas y las series de televisión británicas están de moda.
La polÃtica está de moda. La moda está de moda. Las relaciones están de moda.
Descubrimos la dualidad del mundo, por una parte, la imaginación; por otra, la obstinada realidad de una mañana de noviembre cuando ya han caÃdo las hojas de los árboles.
O antes bien las cosas escondidas, la música y la luna, las ciudades que ya no existen, los cuadros de los grandes maestros, actuales y antiguos, en los museos.
No podemos olvidarnos del mal, de la injusticia que continuamente cambia de forma, de las cosas que perecen, pero tampoco de la felicidad, de las experiencias extáticas que los gruesos manuales de teorÃa polÃtica o de sociologÃa no han llegado a prever.
Cuando era un niño, España se me antojaba un paÃs lejano y maravilloso, un lugar directamente legendario, donde el sol brillaba más y donde las sombras eran más oscuras, el paÃs de Don Quijote, de caballeros y de princesas.
Y hoy estoy aquÃ, en Asturias, y soy el invitado de una princesa -no puedo salir de mi asombro.
Como se ve, todo cambia, pero nada cambia. Resulta que en España tengo lectores fieles y atentos.
Esto es lo mejor que le puede pasar a un autor de libros, sin tener en cuenta si es de tomos de poemas o de novelas. Muchas gracias por este premio tan especial.
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