Raúl Adler Kavlin murió como vivió, en silencio y sin fatigar a nadie, en Santa Cruz de la Sierra, ciudad que hizo suya al verse obligado a salir de la altura paceña, donde nació, estudió de muchacho y heredó la principal industria tabacalera del paÃs.
Hace una centuria llegaban a Bolivia jóvenes profesionales, algunos con muy altas calificaciones en minerÃa, industria, quÃmica, inventos varios, responsables del ingreso boliviano- sobre todo paceño, orureño y cochabambino- a la gran globalización de esos años. Alemanes, italianos y centroeuropeos (la migración japonesa fue diferente) trajeron iniciativas para fundar industrias que son emblemas nacionales y dan nombre propio a la cerveza, a los embutidos, a las pastas, a los panes, a los medicamentos, a los casimires.
Un nuevo impulso lo dio la familia Adler, emparentada por matrimonio con los Kavlin. Más tarde el hijo, Raúl Adler Kavlin, sumó a la buena herencia de ese circuito agroindustrial mejores y más modernos sistemas de comercialización y consolidó las marcas nacionales e internacionales.
Alentó la venta de altÃsima calidad en el supermercado donde fue principal socio, organizó la plantación de arándanos en valles chapacos, intervino en seguros, importó productos hogareños. Logró dinamizar la experiencia boliviana en España, en Uruguay.
No aparecÃa en páginas sociales, ni lucÃa su dinero en su vida cotidiana. Por lo contrario, fue- como todo rico honrado- un hombre sencillo, cordial, sin estridencias.
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