El anhelo permanente de los pueblos libres es que haya paz en sus vidas, que la concordia y unidad entre todos sean factores para alcanzar el desarrollo y el progreso, que esos bienes sean bendecidos por Dios para lograr que crezcan y lleguen a la perfección sobre la base de que todos los hijos del Creador cumplan con la parte que deben respetar y observar, cumplir y amar.
La paz es un bien cada vez más deseable porque es el mensaje de los cielos al nacer Jesús: "Gloria a Dios en la alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad". Esa condición de paz es posible cuando los hombres observan los principios que hacen de la vida una razón de ser y vivir, cuando se toma conciencia de que todos somos hermanos al ser hijos del mismo padre que es Dios; que esa paz la tengamos con nosotros mismos para estar alejados de lo que lastima y daña, de lo que es contrario a los demás porque tenemos conciencia de que los derechos de ellos son también nuestros en la medida en que los hayamos tomado en cuenta no solamente en la intención del corazón sino en los hechos con conductas impecables.
Muchas veces, el hombre que posee poderes armamentistas, cree que su poder es medio para alcanzar la paz provocando guerras y enfrentamientos que aseguren esa paz cuando la verdad es que siembran cada vez más odios, rencores y venganzas, acrecentando instintos para cobrar los males recibidos con ejecución de mayores males. Los pueblos amantes y creyentes de la paz, de esa paz que, sobre todo, fortalece la conciencia y agranda el amor en los corazones, de una paz que busca el bienestar ajeno antes que el propio, que vive convencido de que sólo dando se puede recibir, que sólo amando se puede merecer y recibir amor, que respetando se puede ser acreedor a respeto y consideración, que viviendo limpiamente se puede aspirar a tener una vida plena y libre de arrepentimientos que laceren la conciencia.
La paz es bien que debe encontrarse cada día mediante la propia conducta, a través de todos los actos de la vida, conjuntamente el amor y respeto que debemos brindar a los demás. Una paz cierta se basa en la virtud y no en la mentira y la hipocresía. La paz que Dios desea para la humanidad es paz en unidad y concordia entre todos sin reticencias, egoísmos ni falsas ilusiones que al simple roce de la vida desaparece; la paz es servicio y entrega, es abrazo que transmite calor y ánimos para vencer las dificultades que tiene el diario vivir. La tranquilidad de conciencia es la serenidad del espíritu y la esperanza de que siendo hijos de Dios podemos confiar en ?l y Su misericordia, que con ?l en nuestras vidas podemos alcanzar todo lo anhelado.
Para el pueblo la esperanza radica en que el gobierno del país tenga la suficiente conciencia para servir y amar efectivamente despojado de soberbia, enmiende conductas y actúe conforme a los mandatos de Dios y cumplimiento de las leyes del país. Porque el ingresar al año décimo tercero de gobierno debería implicar abandono de soberbias y petulancias, complejos, odios y rencores que, lamentablemente, han dañado al pueblo y al mismo gobierno. No corresponde seguir con políticas ajenas al bien común, mucho más si se hizo promesas de servir olvidando lo malo del pasado y armonizando todo lo que signifique el bien futuro; no sería justo seguir con políticas negativas, especialmente si aún se puede tener esperanzas de cambios efectivos abandonando populismos y demagogias que siempre causan daño y alejan hechos y conductas que pueden ser positivas. Dios es muy misericordioso y sabrá perdonar lo malo pasado y bendecirá todo lo bueno que se proponga empezando por este año nuevo donde resurjan las esperanzas, la paz y el amor.
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