Jueves 21 de diciembre de 2017
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Levantarse lealmente luego de una derrota polÃtica, denota que se acepta que se incurrió en errores, malos cálculos o que se fue por caminos equivocados. En cambio, echar toda la culpa a otros es parte de un escapismo inmoral. Esto viene a cuento por la insistencia oficial en atribuir la derrota del oficialismo en el referendo del 21 de febrero de 2016, que proponÃa la reelección presidencial indefinida, a una campaña de mentiras de la oposición. Esta conducta, mostró que no hubo -ni hay- propósito de enmienda. Por el contrario, ahora se insiste en que, si el pueblo "quiere", el actual presidente irá nomás a una nueva reelección, pretendiendo que se olvide que ese mismo pueblo ya decidió su negativa a tal intento en un referendo. Es más: el Tribunal, Constitucional, con su Ãrrito fallo, no ha cambiado la resolución popular.
El "reeleccionismo" es común en los neopopulistas empeñados en negar como válido uno de los elementos esenciales de la democracia: la alternancia en el poder. Pero hay más: con el propósito -o sueño- de sustituir la democracia que se funda en la voluntad de la mayorÃa y, cómo no, "en el respeto mutuo y convergente entre la mayorÃa y las minorÃas ciudadanas", se plantea una extraña y poco conocida práctica: la forzada unanimidad. Por todo esto, no extraña que ya haya una creciente corriente crÃtica internacional a un modelo que se muestra encaminado a la dictadura a imagen y semejanza de las peores tiranÃas. Por ello, ya se ha desatado la condena internacional al régimen, y podrÃa conducir al aislamiento afectando al comercio y la economÃa nacional, precisamente cuando ha pasado la bonanza -desaprovechada por el derroche y la corrupción- de los altos precios internacionales de los productos que exporta el paÃs.