El pensamiento liberal-democrático en las ciencias sociales bolivianas
17 dic 2017
Erika J. Rivera
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Primera de dos partes
Poco a poco y aproximadamente a partir de 1982 (la restauración de la democracia en Bolivia) se ha producido una considerable transformación en el ámbito de las ciencias sociales. En primer lugar se puede señalar la declinación de ideologías y teoremas explicativos asociados al telurismo, a la "mística de la tierra" (la expresión es de Guillermo Francovich) y al intuicionismo. En segundo lugar hay que indicar que los enfoques nacionalistas han perdido peso en el campo académico, aunque han conservado cierta relevancia en la opinión pública. Se puede decir, además, que las grandes doctrinas socialistas e indianistas siguen vigentes, pero ahora tienen que compartir el espacio intelectual -por ejemplo en el ámbito universitario- con las concepciones del racionalismo liberal y pluralista.
El pensamiento liberal-democrático se pudo expandir en el periodo mencionado a causa de la pérdida de prestigio de las grandes concepciones de filosofía de la historia y del progreso permanente, como sucedió con las concepciones Hegel, Comte y Marx. Hay que recordar también la declinación de los modelos socialistas después de 1989, que trajo consigo la decadencia de las ideas socialistas y de los partidos comunistas y en Bolivia el descalabro del entonces poderoso movimiento sindical. Asimismo hay que recordar el creciente prestigio de pensadores como Jürgen Habermas, Karl P. Popper, Giovanni Sartori y muchos otros, que han contribuido, aunque sea indirectamente, a una renovada importancia de las ciencias sociales en el ambiente boliviano.
En nuestro país los pensadores de la nueva tendencia liberal-democrática se distinguen de los intelectuales de épocas anteriores por una mejor formación universitaria, realizada generalmente en universidades del exterior; por una visión más amplia del mundo; por una red de contactos muy extensa de carácter internacional; por una inclinación mayor al pluralismo cultural e ideológico, a la tolerancia política y a una visión pragmática de las actividades políticas; y finalmente por una actividad centrada en aspectos académicos y una cierta distancia hacia las prácticas políticas de militancia dogmática. No podemos ingresar detalladamente al inmenso campo de las ciencias sociales contemporáneas, pero debemos mencionar los aportes que enriquecen el liberalismo democrático, como los realizados por Jorge Lazarte desde la sociología, Roberto Laserna desde la economía y Fernando Molina desde la historia de las ideas.
El libro más original de Jorge Lazarte (Entre dos mundos, La Paz 2000) está basado en encuestas de opinión pública, que en su tiempo pretendían brindar luces más o menos seguras sobre la "relación ambigua" de los ciudadanos bolivianos con la democracia y, por consiguiente, sobre la mentalidad colectiva de la nación. El núcleo de la teoría de Lazarte afirma que la relación con la democracia es ambivalente. Sobre un fondo no democrático, formado largamente durante la colonia española, "se han superpuesto demandas democráticas de superficie, que aún no se han convertido en nuevos códigos dominantes de comportamiento". Por lo expuesto: las mismas personas que apoyan a la democracia pueden realizar actos antidemocráticos o adherirse a una cultura política del autoritarismo sin darse cuenta de su incongruencia. Viven entre dos mundos. El caso más claro es la adhesión verbal a la democracia y en el mismo instante realizar acciones no democráticas como los bloqueos, que anulan el derecho a la libre locomoción. En palabras claras, Lazarte ha afirmado que "tenemos democracia sin demócratas". Los demócratas liberales, como Lazarte, apoyados por las encuestas de opinión pública, suponen la coexistencia de nuevas orientaciones democráticas junto a viejas orientaciones autoritarias, y por ello desarrollan una visión esencialmente pesimista de la historia latinoamericana. Este autor señala que en Bolivia esta diferencia tiende a hacerse crónica, con lo que se consigue que la vida pública boliviana exhiba una marcada incongruencia entre la realidad autoritaria y los ideales democráticos. Esta incongruencia se da generalmente en una misma persona: la misma que aplaude y defiende la democracia, a veces con el riesgo de su vida, se inclina muy a menudo por un comportamiento intolerante con respecto al que piensa de manera diferente.
Para Fernando Molina, Lazarte es "el mayor exponente, entre nosotros, de la teoría de la democracia". Lazarte es calificado como el politólogo más relevante de la nueva tendencia liberal-democrática basada sobre todo en el Estado de derecho. Lazarte trata de vincular la tradición izquierdista de la cual él proviene con la moderna democracia pluralista, para lo cual ha acuñado el término "el encuentro de dos tradiciones". El sentido común popular boliviano anti-elitista y anti-oligárquico se debería fundir con las instituciones y los procedimientos de la democracia moderna para alcanzar también en Bolivia una síntesis fructífera de los dos legados culturales. Lazarte es considerado por Molina como el mayor analista del movimiento obrero, sobre el cual habría elaborado "una descripción muy acabada y bien sustentada del papel del movimiento obrero de la historia contemporánea de Bolivia", obras que según Molina son más útiles que los clásicos análisis marxistas. Molina afirma que Lazarte, a causa de la "hondura de su análisis" y la "fuerza de su prosa mestiza", ha sido el principal exponente de una posición liberal-democrática izquierdista y, al mismo tiempo, abierta a las tradiciones modernas del trabajo académico en Europa. Según Molina, Lazarte sería el "Raymond Aron de Bolivia".
A partir de diferentes análisis sobre temas económicos, Roberto Laserna despliega una reflexión pesimista de la historia boliviana. Desde la fundación de la República en 1825, nos dice el autor mencionado (en su libro: La trampa del rentismo, La Paz 2006), hubo una "enconada resistencia al cambio social" fortalecida por una alianza entre hacendados, comerciantes y mineros. Estos diseñaron un Estado protector que distribuía las rentas mineras de acuerdo a las mayores o menores presiones políticas que el Estado recibía. Después de la Guerra del Chaco, Laserna constata una "creciente intervención estatal en la renta petrolera", intervención que estuvo siempre acompañada por una fuerte presión fiscal sobre la renta minera. Los agentes políticos trataron y tratan de controlar y manipular las rentas petroleras y mineras para satisfacer a sus clientelas políticas. Estas presiones políticas sobre los ingresos estatales son vistas como "dispositivos de reciprocidad fuertemente arraigados entre la población".
Entonces esto significa que desde un comienzo la cultura política boliviana no fue liberal individualista, sino conservadora rentista, es decir una serie de corporaciones sociales, y no de individuos, han constituido desde siempre los principales agentes políticos. En este sentido una democracia liberal no puede desarrollarse adecuadamente porque una parte considerable de la población percibe como legítima la actuación de agentes que se repartían y reparten las rentas estatales de acuerdo a su poder político. La batalla redistributiva en torno a los ingresos es considerada como una relación de reciprocidad y, por lo tanto, como legítima entre el Estado y la población. Laserna explica que el rentismo corporativista tiene una larga trayectoria histórica y una base de legitimidad porque se identifica con las relaciones tradicionales de reciprocidad entre el Estado y la población, lo que es proclive a la corrupción y a la intransparencia e inhibe el trabajo autónomo individual.
Esta situación formada por la inclinación corporativista de los sectores sociales, la cultura política autoritaria, la falta crónica de institucionalización y la constante incertidumbre en torno a la gobernabilidad dan como resultado el ch´enko político, es decir un enredo estructural. Este último ha impedido la formación de una democracia moderna, institucionalizada y participativa. El enredo estructural tiende a perpetuarse a sí mismo, a lo que contribuye la economía informal del país. Laserna ha desarrollado esta teoría en su libro: La democracia en el ch´enko, La Paz 2004.
La contribución de Laserna debe ser considerada como un diagnóstico de la cultura y la historia bolivianas, que combina los datos empíricos con las concepciones generales sobre la relación entre individuo y Estado. Fernando Molina considera que Roberto Laserna ha elaborado una brillante síntesis de la mentalidad socio-económica boliviana con su obra La trampa del rentismo. Laserna habría develado uno de los rasgos centrales de la sociedad boliviana que sería la dependencia permanente y reiterativa con respecto a los recursos naturales no renovables. Lo negativo tematizado por Laserna residiría en creer que la única riqueza importante consiste en los recursos y no en el trabajo creador e innovador de los habitantes. Por todo lo expuesto: la riqueza es vista como la obtención de fondos utilizables por la hábil negociación de los recursos, descuidando otros tipos de creación de riqueza social como la innovación tecnológica.
Continuará
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