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Domingo 17 de diciembre de 2017

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Revista Dominical

Carlos Medinaceli: La escritura contra el olvido

17 dic 2017

Por: Alba María Paz Soldán y Ximena Soruco Sologuren

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9:30 pm. Potosí nos despide con la cacofonía de los voceadores amplificada por la cúpula de su terminal. 1:30 am. Llegamos a destino. El alojamiento "San Javier de Chirca" nos seduce inmediatamente. ¿Estamos en Santiago de Cotagaita, donde empezaremos a buscar la casa solariega de la familia célebre escritor Carlos Medinaceli (1898-1949), o el agotamiento del viaje nos ha mal conducido al mismo San Javier de Chirca, pueblo natal de Adolfo Reyes, protagonista de su novela La Chaskañawi?

En la plaza de Cotagaita se levanta una colorida estatua de la chola Claudina, sirviendo chicha y recordando a los visitantes que fue allí donde Medinaceli inmortalizó el amor prohibido de un señorito y una chola. Hasta se dice que Claudina vivió en Cotagaita y que podríamos encontrar su casa. También hay un pequeño busto sin nombre, que por esos lentes redondos puede ser reconocido como el de Medinaceli. ¿Cómo se sentirá nuestro escritor con el enroque del olvido de su nombre por un personaje casi de carne y hueso? ¿No sucede algo semejante con el famoso Don Quijote y Cervantes?

Domingo 9:00 am. Debemos continuar el viaje por pueblos sin transporte continuo. Por suerte es domingo, hay feria, y conseguimos recorrer la hora y media del paisaje soleado y terroso de Nor Chichas. Parece que nada ha cambiado desde que Medinaceli anduviera a pie o a caballo por su terruño, cuando escapaba de la precariedad laboral y la pobreza de su vida en Potosí, Sucre o La Paz.

"Al llegar a Chiquelte he llamado a voces en el portalón de la casona, invocando el nombre de mi padre. En esta casa están las raíces de mi casta y de mi hogar. Esta casa ha venido legándose de generación en generación desde el tiempo pasado memorable, desde los tatarabuelos".

Chiquelte es el topónimo de la casa paterna de Andrés Aragón, protagonista de la novela Adela (1955) de Carlos Medinaceli. Chiquelte es el lugar donde todavía se mantiene de pie la casa del autor, obstinada contra el olvido, ahora de propiedad y bajo el cuidado de doña Rosaura Michel Rodríguez. Comprueba ello una escuelita que lleva su nombre. Al frente "la casa, empero, está tan desmantelada y ruinosa, que los muros amenazan derrumbarse, las vigas y cumbreras de los techos están apolilladas, en los montes han hecho su nido los kellunchos. Todo da sensación de decaimiento, pobreza y abandono".

No fue fácil dar con la casa pero nuestra guía, doña Rosaura, nos dirigió hasta esas paredes anchas de adobe cuyas oquedades, que habían sido un día puertas y ventanas, se abren sobre una hermosa vista hacia la hondonada por la que pasa el río. Delante de la casa, desde la que ahora se puede mirar el hermoso cielo de Vichacla, pues no hay ni rastros de lo que fuera su techo, se encuentra un algarrobo reclinado por los años, en actitud de reverencia ¿Hacia el autor de La Chaskañawi?, ¿Hacia la casa de sus mayores? Nos dice la guía que era un hermoso árbol erguido y que desde allí el Qelqeri, como le decían a Medinaceli en la zona, pedía que se le lleve mote. Y si no se le llevaba se enojaba. La familia Michel, ahora propietaria de esas tierras, había poseido las tierras colindantes en las épocas en que el escritor volvía una y otra vez a la casa paterna.

Han pasado 68 años de su muerte, hoy descansa en una tumba que no logramos ubicar, no sabemos cuánto tiempo ha de la descripción agorera que hiciera de su casa en ruinas, y, sin embargo, aún podemos sentir el peso de su testimonio: sigue enseñándonos a pensar, a leer y a intentar comprender este país. Sin embargo, a muy pocos bolivianos les interesa saber quién fue Carlos Medinaceli o que escribió la novela más importante de la primera mitad del siglo XX, que tuvo un conocimiento y una producción impecables, pese a las condiciones errantes y de escasez de material en las que escribió. En sus textos inventó, junto a otros críticos, la literatura boliviana como la conocemos hoy y, mientras ahora, como entonces, se sigue apostando a la realpolitik como moneda para acomodarse en la vida, él escogió la enseñanza y la escritura, ficciones que por verdaderas sobreviven al tiempo.

APUNTES NECESARIOS

Ximena Soruco Sologuren y Alba María Paz Soldán son doctoras en Literatura y, como tales, están dedicadas a la investigación de las letras bolivianas.

En noviembre recién pasado, ambas participaron en el Primer Encuentro Nacional de Escritores e Investigadores de Gesta Bárbara convocado por la Alcaldía de Potosí.

Luego de presentar sus respectivas ponencias, se fueron en ferrocarril con rumbo a Tupiza. Lo siguiente que supe es que pasaron por Cotagaita e hicieron un trabajo de campo en los lugares por donde estuvo Carlos Medinaceli. ¡No pudieron con su fiebre investigativa!

El artículo que va en estas páginas es una parte de su trabajo sobre el autor de "La Chaskañawi". Todavía no tengo detalles sobre él pero sé que están a la caza de los restos del escritor.

Las fotos fueron tomadas por ellas y la calidad del texto es

indiscutible. Es un anticipo de lo que se viene: trabajos ilustrativos sobre lo que fue Gesta Bárbara.

Juan José Toro Montoya

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