La de El Salado fue una de las matanzas más estremecedoras no sólo por los 60 muertos sino por la sevicia con la que actuaron los cerca de 450 paramilitares divididos en tres grupos que irrumpieron en la zona el 16 de febrero de aquel año para matar a todo aquel que se cruzara en su camino y fuera sospechoso de tener vÃnculos con la guerrilla.
"Iban de casa en casa; si estaba cerrada forzaban la puerta, la tumbaban, entraban, revisaban todas las pertenencias como si hubiera armas. En las casas habÃa acordeones (de los niños que estudiaban música) y cuando mataban a una persona los tocaban celebrando lo que hacÃan, eso fue durante tres dÃas", cuenta.
En una visita de Efe a este pueblo de calles de arena y casas pintadas de colores vivos que relucen con el tórrido sol del mediodÃa del caribe colombiano, GarcÃa muestra la iglesia en cuyo frente fueron reunidos los habitantes de El Salado para la macabra fiesta paramilitar.
"A otros los reunieron en la plaza y hacÃan como un sorteo o una rifa, del 1 al 24, y al que le caÃa ese número lo mataban", relata.
Eso lo hacÃan sin importarles si la vÃctima en realidad tenÃa nexos con la guerrilla o no, porque de lo que se trataba era de intimidar a la población mediante el terror.
GarcÃa recuerda, con "el dolor que le causa a uno como persona", que entre los muertos estaba "un señor que era retrasado mental" y que una niña de cinco años de edad que escapó con una familiar a los montes vecinos murió de sed al cabo de tres dÃas porque por el miedo no se atrevieron a salir de su escondite.
"A los muertos los dejaron ahà en la plaza principal, no fueron capaces ni siquiera de sepultarlos, obligaron a la comunidad a los tres dÃas a sepultarlos en unas fosas comunes", añade.
Pese a que el 23 de marzo de 1997 seis personas habÃan sido asesinadas en la primera matanza de El Salado, fue esta segunda la que cambió para siempre sus vidas porque, además de la orgÃa de sangre, más de 5.000 sobrevivientes tuvieron que abandonar lo poco que les dejaron para ponerse a salvo y el caserÃo se volvió un pueblo fantasma.
"Los que quedamos vivos nos salimos y regamos por toda la costa (atlántica)", por lugares como El Carmen de BolÃvar, municipio al que pertenece El Salado, por Barranquilla, Cartagena o Sincelejo, "y algunos fueron a dar hasta a la capital (Bogotá)", afirma.
Una investigación del Centro de Memoria Histórica publicada en 2009 "identificó un total de 60 vÃctimas fatales, 52 hombres y ocho mujeres, entre los cuales habÃa tres menores de 18 años" en la masacre del 2000.
"Durante el recorrido sangriento por El Salado y sus alrededores, ocurrido entre el 16 y 21 de febrero de 2000, no sólo arrebataron la vida a 60 personas, sino que montaron un escenario público de terror tal que cualquier habitante del poblado era vÃctima potencial", señaló el informe.
Según Luis Torres, un lÃder social que encabezó el proceso de recuperación comunal del territorio, antes de la matanza en El Salado y las 16 veredas (aldeas) que lo circundan, habÃa más de 5.000 personas, mientras que en la actualidad son unas 1.600 en el caserÃo y cerca de 600 en sus alrededores.
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