Miercoles 13 de diciembre de 2017
ver hoy
Sin artimañas, en un país demócrata los votos definen. No hay nada que contradiga las cifras, menos se puede suplantar la voluntad del soberano. La última palabra es la suya. Una vez asentados en las actas los resultados, no hay más que ceñirse a lo que manda la ley. Para la gente que entiende lo que lee, no hay otra claridad más clara, como diría el popular actor mexicano.
Pero hay gentes de mentalidad cerrada. El problema no es que no quieran sino que no puedan. "No basta decir la verdad -decía Tamayo-, hay que defenderla, y cuando son la indiferencia y la ineptitud sus verdaderas enemigas, hay que clavarlas a martillazos en las cabezas rebeldes". Los problemas y las dificultades de hoy hacen pensar en el sistema escolar; a partir de la escuela había que implantar la práctica de la democracia, con seguimiento y evaluación. En la madurez cristalizada ni los martillazos ya funcionan.
En el primer lustro del siglo que corre, el diario La Prensa (ya desparecido) publicaba un suplemento literario donde se leía este pensamiento: "Te escribo de un país donde todo es negro y no es de noche". Es una alegoría que expresaba la visión angustiada de la realidad; ésta, antes del decenio recién transcurrido, no era ciertamente una maravilla; pero nadie diría que la de hoy es mejor.