Jueves 10 de junio de 2010
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Dice la tradición que la noche del 23 de junio de cada año es la más fría del año, y que incluso, las piedras se rompen por la baja extrema de la temperatura.
Para combatir este frío, se encienden fogatas en cuyas llamas también se queman objetos y ropa vieja para que el fuego se lleve lo antiguo y traiga lo nuevo, es decir una renovación tanto de lo material como de lo espiritual. En suma, tiempos nuevos y buenos.
Esa noche también era aprovechada para compartir con los vecinos exquisitos ponches elaborados por nuestras mamás y abuelas que parece que el tiempo se llevó consigo.
Esta bonita festividad, lamentablemente, fue degenerando con el tiempo ya que las fogatas se convirtieron en lugares de excesivo consumo de alcohol cuando no de fiestas juveniles que terminaban al día siguiente con los efectos nocivos consiguientes.
Pero no sólo eso ya que si antes se utilizaba leña para el encendido de las fogatas, poco a poco, se fue adquiriendo la pésima costumbre de encender llantas usadas de vehículos motorizados y otras sustancias tóxicas que contaminan el medio ambiente.
Fuente: LA PATRIA