En el ensayo de Christian Camilo Triana sobre las emociones, el autor comienza con una interrogación sobre si los autores que nos sirven de orientadores en la práctica científica, existen muertos en la vida científica y debíamos preguntarnos si uno dentro de esta concepción también estaría muerto. Esta reflexión inicial engendra el propósito del estudio de las emociones y, a pesar de la importancia de las emociones, se puede constatar que existe un enorme vacío por parte de las ciencias sociales en su esclarecimiento.
Y cuando se acepta esta realidad se debe recurrir a investigaciones independientes como las de Thomas Scheff y Arlie Hochshield, las cuales se limitan a concebir el problema emocional desde una perspectiva estructuralista, intentando determinar de qué manera las maquinarias institucionales, en sus diversos niveles tienen influencia en la emoción humana; también se establece a través de estas investigaciones que las emociones son construidas a través de la cultura, lo cual infiere que no se trata de encajar las emociones a las teorías clásica de diversas ciencias, sino comprobar hasta qué punto las teorías de las ciencias clásicas puede alumbrar nuestro conocimiento sobre las emociones.
La filosofía occidental se ha ocupado de realizar digresiones académicas sobre las emociones y, naturalmente, la principal ciencia moderna que se ocupa de su estudio con fervor es la psicología que establece que las emociones pertenecen a una dimensión puramente individual, consecuentemente sólo pueden ser explicadas por el individuo que las percibe, entonces en una acción intuito persona.
También se estableció en estas investigaciones que la literatura de autoayuda es un marco de referencia para el estudio de las emociones, entonces, se obtiene de este último esclarecimiento que la literatura de autoayuda opera como un tratado de educación sentimental que, en términos de Foucault, sería "una tecnología del yo", un papel que ya cumplieron los catecismos y manuales de urbanidad.
Otras investigaciones relacionadas con las emociones de los colores, como por ejemplo, no hay manera de conocer, la sensación que experimenta otra persona sobre un color determinado, aunque el propio color ya es una manera de entender y expresar un tipo de sensación por medio del sistema nervioso humano. Conocemos la sensación de otra persona no sólo cuando la expresa, sino cuando la comparamos con nuestra propia percepción y juicio, aprehendido a través del natural recorrido en la vida y de la experiencia en círculos sociales, culturales e históricos.
Como corolario este modesto esfuerzo de esclarecer las emociones nos inclina a comparar sin exclusión todas las emociones de los políticos con las nuestras para obtener un criterio equilibrado y sensato.
(*) Abogado, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior, Arbitraje y Conciliación, Derecho Aeronáutico, doctor honoris causa, escritor.
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