Miercoles 06 de diciembre de 2017
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Después del desastroso resultado del referéndum 3D, el Gobierno tiene por lo menos dos opciones: renunciar a la idea de presentar a su líder en 2019 o avanzar en el proyecto de transformar al parlamento en una constituyente para que se tome el tiempo que quiera en sus reformas y de esa manera el líder permanezca en el cargo.
Todo esto con el propósito de evitar, o al menos aplazar, el momento en que la justicia, de la cual se dice que tarda pero llega, los lleve a todos a la cárcel, como está ocurriendo con los países donde gobiernos similares fueron derrotados en las urnas.
Ir a las elecciones de 2019 es riesgoso porque algún candidato opositor, a estas alturas cualquiera de ellos, podría derrotar al caudillo y mandarlo a su cato, o a su restaurante, o a la justicia, para que responda por muchas cosas.
Aplicar la fórmula de la constituyente es algo que los asesores cubanos, los omnipotentes asesores cubanos, recomendaban incluso por encima de la solución de la consulta al TCP. Lo hacían por comodidad intelectual, pues esa fórmula de la constituyente la aplicaron en Venezuela, hasta ahora con éxito. Del resultado de la gestión, del estado de la nación, de la salud de la economía, los cubanos no saben nada, ni les interesa: son castristas.