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Domingo 03 de diciembre de 2017

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Cultural El Duende

Las identidades colectivas y el proceso de modernización

03 dic 2017

Carlos Leónidas Bedregal Tarifa: Aproximaciones a las construcciones ideológicas de las identidades aymaras e indígenas. Construyendo identidades excluyentes, La Paz: rincón ediciones 2017

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Segunda y última parte

Bolivia ha dado importantes pasos para el reconocimiento jurídico-constitucional de los pueblos y territorios indígenas, lo que tiene probablemente varios efectos relevantes que aún no han sido estudiados adecuadamente por las ciencias sociales bolivianas. Es en este complejo entramado de teorías y realidades en el que se halla la obra de Carlos Bedregal Tarifa. �l nos dice -en conjunción con teorías que se han iniciado en el Renacimiento- que el ser humano no posee una naturaleza definida, incólume al paso del tiempo, ni tampoco un contenido moral permanente. No llevamos el estigma del mal, pero tampoco del bien por sí mismo. Esto vale también para las comunidades indígenas de los Andes.

Los humanos no poseemos una naturaleza definida. Construimos nuestras identidades mediante procesos ideológicos sumamente complejos y cambiantes, en contacto con los otros. "Para relacionarnos con los otros", afirma Bedregal, "necesitamos pensarlos e interpretarlos de alguna forma [�] De esta forma establecemos distinciones y distancias y, al mismo tiempo, nos imaginamos a nosotros mismos y elaboramos nuestras propias identidades. En otras palabras, nos interesa la invención de identidades culturales como parte de la lucha ideológica entre distintos sectores sociales: la lucha entre identidades excluyentes".

Para comprender al otro utilizamos un ir y venir de la confianza a la desconfianza y viceversa, y el resultado es siempre provisional y mutante. De manera similar a las identidades individuales, en el caso de las sociales y colectivas nos enfrentamos con máscaras, detrás de las cuales rara vez hallamos algo sólido.

Como no podemos vivir permanentemente con incertidumbres y alteraciones, concebimos identidades -sobre todo las nuestras- que las consideramos o las queremos estables, permanentes y siempre idénticas a sí mismas. Por ello el pensamiento positivo y, sobre todo, el celebratorio en torno a las identidades y a los legados culturales tienen casi siempre un carácter conservador. Bedregal nos dice:

"La tradición se convierte en arma tanto más poderosa cuanto más se la presenta como fundamentada en una especie de sabiduría ancestral milenaria, como la expresión de una espiritualidad y moralidad superiores [�]". Como asevera Bedregal, en Bolivia no se quiere discutir acerca de la índole conservadora y hasta reaccionaria de las identidades étnicas y de los movimientos sociales, porque las ventajas de la tradición frente al mundo contemporáneo son manifiestas, pero esto nos puede condenar a vivir en un universo demasiado restringido.

No se trata, aclara Bedregal, de un "conservadurismo estático y afirmado en una especie de vacío interior", sino una actitud conservadora que puede exhibir momentos dinámicos con respecto a la propia historia. Nuestro autor nos recuerda, sin embargo, que las identidades étnico-culturales cerradas sobre sí mismas pueden constituir "un obstáculo a la hora de incluir a los otros, a los que no comparten la misma cultura".

Esto es, añadiría yo, particularmente grave y contraproductivo en el mundo de hoy, en un planeta muy pequeño y altamente intercomunicado, donde el aislamiento puede llevar al estancamiento y a la decadencia civilizatoria. La realidad histórica y cultural de la actualidad, asevera Bedregal, hace imposible la preservación de una identidad cultural siempre idéntica a sí misma, anclada en un pretendido pasado glorioso, aunque la propaganda ideológica del indianismo radical insista en que las comunidades indígenas intocadas por la modernidad representan la reserva moral de la humanidad y el remedio a los males asociados a las alienaciones capitalistas.

El complejo ámbito contemporáneo no puede ser moldeado por los principios relativamente simples de las comunidades indígenas en los planos organizativos y culturales. El mantenimiento dogmático de las tradiciones nos conduciría a cerrar nuestro universo mental, ofreciéndonos referentes aparentemente válidos que no pueden dar cuenta de realidades profundamente diferentes de la nuestra.

Desde una posición teórica que se nutre de un marxismo no dogmático y que está cercana a los avances actuales de la antropología y la sociología, Bedregal retoma elementos de un humanismo de tendencias universalistas. Desde esta línea nuestro autor critica el enfoque de Franz Tamayo sobre los rasgos fundamentales de los indígenas como los seres característicos de la resistencia y la perseverancia, es decir como los exponentes de un conservadurismo profundo.

Esta concepción tamayana, nos dice Bedregal, es inaceptable. Tamayo habría construido una "imagen irreal y empobrecida" de los indígenas, que a comienzos del siglo XX alimentó un ideal romántico, pero políticamente muy popular, el cual, a su vez, fundamentó la ilusión de la superioridad ética de los aymaras.

Esta posición ha servido, evidentemente, para una formidable auto-afirmación de los indígenas y para adelantar una crítica severa de los otros sectores sociales bolivianos, pero no es adecuada -en términos de las ciencias sociales- para comprender científicamente el mundo del presente.

La reducción de la identidad aymara a los factores de la resistencia y la perseverancia "simplifica en extremo la realidad y la vida social y cultural de los indígenas". "[�] Tamayo, en realidad, nos ofrece una imagen absurda y descarnada de un pueblo. [�] Tamayo representa, en el plano ideológico y no científico, el ejemplo más claro de esa tendencia a simplificar la realidad social concreta reduciéndola a unos pocos aspectos generales que, según su perspectiva, cree que constituyen lo más importante y esencial y de la misma".

Similar es la crítica de Bedregal a la Filosofía de la Liberación, a la que califica como una reedición contemporánea de la caridad cristiana.

Los representantes de esta teoría, nos dice nuestro autor, son teólogos que "abren su corazón a los pobres y marginados", pero adoptando una "actitud paternalista, siempre mal disimulada". Pese a una loable intención ética (la llamada "la opción por los pobres"), los representantes de la Filosofía de la Liberación producen, en el fondo, una visión simplificada con respecto a un ordenamiento social complejo que no se deja explicar fácilmente mediante los filtros relativamente simplistas de la fe religiosa, una visión que encubre modelos refinados de adoctrinamiento dogmático, y no un enfoque general basado en el análisis científico.

Para concluir: estamos ante un libro interesante, crítico y muy sugerente para aproximarnos a una realidad compleja, por lo menos en un grado más elevado de lo que suponemos habitualmente. Y ante un libro muy bien escrito, sin los meandros y los firuletes de las modas barrocas postmodernistas del día.

En Bolivia lo censurable no es la mera existencia de diferentes confesiones religiosas y diversas identidades étnicas en un mismo país, sino su utilización premeditada y fríamente instrumental de parte de grupos contendientes, cuyos intereses primarios son otros y muy materiales. Etnicidad y religión configuran mecanismos baratos y fácilmente accesibles de movilización social, que por ello pueden ser manejados abusivamente a costos relativamente bajos.

Una vez que este fatal proceso ha sido iniciado, es muy dificultoso traducirlo a motivaciones racionales, separar sus componentes y emociones entre sí y ponerle término. Como síntesis se puede afirmar que los derechos humanos y los estatutos morales y legales afines componen el marco dentro del cual se da una combinación de cooperación y conflicto, basada en el mutuo reconocimiento de las partes contendien­tes, que parece ser el modelo humano de convivencia relativa­mente más razonable y exitoso en la época actual y el que asegura un mínimo de seguridad efectiva para el florecimiento de la identidad individual, grupal y cultural.

Fin

Hugo Celso Felipe Mansilla.

Doctor en Filosofía.

Académico de la Lengua

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