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Domingo 03 de diciembre de 2017

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Revista Dominical

Se debe crear disposici贸n interna para ser virtuoso

03 dic 2017

Por: Ra煤l Pino-Ichazo T. - Abogado corporativo, posgrados en Interculturalidad y Educaci贸n Superior, Arbitraje y Conciliaci贸n, doctor honoris causa, escritor

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El diccionario nos aclara la acepci贸n de las palabras y en el caso de virtud denota la disposici贸n interna, amor propio, fuerza, poder de las cosas para producir y causar sus efectos y la primera pleca aclara que es fuerza, vigor, valor, poder facultad o potestad y finalmente la tercera pleca esclarece que el h谩bito y disposici贸n del alma para las buenas acciones.

En el diccionario filos贸fico, el t茅rmino virtud equivale a la capacidad y aptitud y significa la habilidad, facilidad, proclividad para llevar a cabo determinadas acciones adecuadas al hombre dotado, en nuestra interpretaci贸n, de disposici贸n extraordinaria para ejercer las bellas artes y notoriamente la m煤sica, adem谩s que ese hombre tiene la virtud, la pr谩ctica y se ejercita en ella.

Imperativo es aclarar que la virtud no es innata, s贸lo hay proclividades o disposiciones para abrazarla y se la adquiere 煤nicamente con el ejercicio perseverante, serio y duradero, que ser铆a la ascesis como pr谩ctica y ejercicio de la perfecci贸n cristiana o perteneciente a ese ejercicio.

La virtud como tal es una proclividad permanente, sin embargo, cuando yace inactiva y se obra contrariamente se anula, amortigua o pierde por completo; siendo su ant贸nimo el vicio como forma inadecuada de actuar. Existen dos clases de virtudes: del entendimiento y de la voluntad; las primeras perfeccionan al hombre con relaci贸n al conocimiento de la verdad ejerciendo una inteligencia o aptitud para razonar; sabidur铆a, capacidad para avanzar hasta los 煤ltimos fundamentos de la verdad. La verdad pr谩ctica nos refiere a la prudencia o disposici贸n para resolver rectamente una determinada acci贸n particular; al arte o habilidad para la creaci贸n; entendi茅ndose ella como la causa para que cualquier cosa, sea cual fuere, pase de no ser a ser.

Importante es conocer las virtudes intelectuales que radican b谩sicamente en los escritores, acad茅micos, poetas y artistas, por si solas, no hacen al ser humano moralmente bueno, excepci贸n hecha de la prudencia moral como virtud cardinal. La esencia de las virtudes morales consiste en una inclinaci贸n permanente y firme de la voluntad para seguir lo que la raz贸n presenta como justo; virtud en sentido estricto, confiriendo al hombre la bondad moral y la perfecci贸n con la voluntad como sujeto, pues s贸lo ella pertenece a la esencia de la acci贸n moral.

Las virtudes de la voluntad est谩n 铆ntimamente entrelazadas y forman un conjunto o 谩mbito cerrado y en su estado perfecto no pueden dejar de existir todas simult谩neamente pues la prudencia, en su medida perfecta, si se da, debe gobernar la actividad libre e integral del hombre.

En el obrar virtuoso se encuentra la perfecci贸n esencial acabada que el hombre, de acuerdo con la voluntad del Creador, debe tender, y esa tendencia no deduce que la virtud sea carencia de pasiones pues estas no le son contrarias, como podr铆a pensarse, si la prudencia mantiene a las pasiones dentro de los l铆mites pertinentes y las sit煤a en su justo lugar, es decir que las identifica y las domina, dec铆amos que al virtud se adquiere con el ejercicio y esto impulsa a la acci贸n oponi茅ndose a al irresoluta y desidiosa pasividad; la virtud es la verdadera perfecci贸n del hombre y no puede existir sin ella la verdadera alegr铆a o satisfacci贸n profunda de la voluntad en el bien alcanzado.

La prudencia es finalmente una virtud intelectual y, como tal, no ejecuta o realiza ella misma las acciones morales. Empero, es virtud moral porque exige y determina la rectitud del desear, querer y obrar. Es determinante tener la intelecci贸n que la prudencia gu铆a a la voluntad pero depende de esta por lo que respecta a su existencia y significa que si la voluntad no est谩 dirigida, en general, hacia el bien moral torcer谩 el juicio del entendimiento conforme a su inclinaci贸n. La prudencia es integral en sus dos especies: prudencia para conducirse o dirigirse y prudencia para conducir a los dem谩s.

La justicia en cuanto a virtud consiste en la firme disposici贸n de la voluntad a reconocer a cada cual el derecho que le corresponde. La fortaleza o valent铆a es la disposici贸n, para, conforme a la raz贸n, es decir, en observancia a los valores, enfrentar o arrostrar peligros, sobrellevar males y no retroceder ante la muerte, que es el hero铆smo. Consecuentemente la fortaleza vence al miedo que se arredra o acobarda ante el mal inminente y refrena o amortigua la audacia que desaf铆a el riesgo y la muerte, reprime la tristeza y prefiere la virtud a la vida corporal, ejercit谩ndose en el ataque y el la perseverancia hasta el fin. La templanza como virtud cardinal perfecciona la potencia apetitiva sensible conteniendo el deseo de placer sensitivo dentro de los l铆mites de la raz贸n. Debemos asentir que el placer sensible no es reprobable en s铆, sino que sirve para estimular al ser humano a acciones necesarias para la conservaci贸n de la especie, por ello, no debe buscarse la placer de modo excesivo y contrario al fin y, son vertientes de la templanza la moderaci贸n al comer y beber y la castidad en lo relativo al placer sexual. Se emparentan con la templanza la negaci贸n o el dominio de s铆 mismo, la voluntad de no dejarse desviar del bien ni por las m谩s violentas excitaciones del deseo; la humildad o la moderaci贸n en la tendencia a distinguirse, la mansedumbre o la voluntad de refrenar la ira, la clemencia que se ejercita en la indulgencia al castigar y la modestia que regula el continente o el 谩mbito exterior.

La templanza y la fortaleza evitan las faltas contrarias y mantienen el justo medio, como inequ铆vocamente prescribe la templanza.

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