Miercoles 29 de noviembre de 2017
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La mentira y el engaño forman parte, se quiera o no, de las relaciones humanas en todos los ámbitos, tanto privados como públicos, y en todas sus vertientes, ya sean relativas a la amistad, el afecto, la polÃtica o la economÃa y sobre todo en el ámbito legal.
La conducta humana está determinada por factores y corresponde de una manera u otra a determinadas circunstancias y ante determinadas personas, cuáles son las emociones, los miedos, qué se quiere conseguir o qué se quiere evitar y qué se pretende, aspectos que se debe tener en cuenta a la hora de realizar un proceso de indagación sobre la credibilidad de un testimonio en el ámbito especÃfico de la justicia.
Intentar descubrir si el testimonio de un individuo responde o no a la verdad, si es o no creÃble, probablemente sea una cuestión inherente a las formas civilizadas, o al menos organizadas, de estructuración social humana.
Desde la antigüedad, el denominado Juicio de Dios, procedimiento utilizado por los israelitas hace dos mil años, que consistÃa en que el reo tocase con la lengua un hierro "al rojo vivo" -si no se quemaba, era entonces inocente porque decÃa la verdad-, puede representar un ejemplo clásico para el fin buscado.
