Lenin: El revolucionario más humano

Al hablar de filosofía e historia, es necesario referirse a Vladimir Ilich Lenin como las circunstancias lo exigen. Una serie de diatribas pensadas y lanzadas por personas, algunas con formación académica, y otras improvisadas en su desconocimiento de temas esenciales, me obligan a pronunciarme al haber conocido en profundidad la vida de este meritorio ser humano, no en vano viví en la Unión Soviética durante seis años. Personas que desconocen absolutamente el contexto de la vida de Lenin se atreven a criticarlo sin fundamento, aprovechándose de los eventos sobre la Revolución Rusa organizados de manera tendenciosa, y en un sentido oportunista, por el actual Gobierno boliviano, a destruir una imagen y línea labrada en décadas de lucha. Se aprovechan de las circunstancias para denigrarlo al extremo. Toda la derecha anterior y actual se ha manifestado en su contra recurriendo a métodos de exposición perversos y claramente tergiversados en la interpretación de hechos claros y relevantes.

Lenin, como personaje político, consideraba que nada se construye por la fuerza, o sea que los actuales procesos populistas latinoamericanos, basados más en la represión del concepto, de la opinión, antes que en el respeto; son, por naturaleza, antimarxistas y antirrevolucionarios. Su aporte al cambio fue fundamental y traspasó las fronteras de la ignominia del capitalismo voraz, del mundo alienado al que nos ha llevado el imperio cruel, el de la infinitud de lo aberrante, para hacer posible el Mundo nuevo del comunismo. Hoy se le condena y se le odia. Personajes oscuros pretenden, en su perfidia llana y en la aberración de su estirpe, humillarlo y despreciarlo.

Sin la claridad histórica, que es absolutamente pertinente, se olvida el rol revolucionario del hijo de Rusia, su incuestionable entrega a la causa de la Revolución irredenta, de la única causa sagrada. La ex Unión Soviética vivió más de 60 años gracias a la acumulación leninista basada en la eficiencia indiscutible de su economía. Hasta su caída, provocada por la traición de Gorbachov y su pléyade de inconsecuentes, fue una referencia trascendental de los oprimidos. En tiempos de incertidumbre es difícil sustentar una convicción, pero la situación es propicia para resaltar la personalidad e integridad de un hombre concluyente. Vladimir Ilich Lenin se insertó, como solamente él pudo, en la historia profunda. �?l fue capaz de construir un legado valioso, se hizo inacabable en su trascendencia, en el infinito revolucionario. �?l se convirtió, inapelablemente, en el "líder de una revolución verdadera", interpelando a la plebe y cuestionando a la clase explotadora. Por eso, y por tanto, él fue propositivo y grande en la idea de la convocatoria lúcida para transformar la convicción de la gente integrada al cambio en octubre/noviembre de 1917.

Ahora resulta que Lenin, caído en el combate teórico en 1924, "es artífice de los campos de concentración de Asia Central y el extremo Oriente ruso". Habría pensado la creación de los "Gulags". Nada más falso. Estos horribles escenarios, provocados por la agresión imperialista, surgieron a partir de 1932. Lenin fue un intelectual dedicado a escribir, más que a administrar y, desde 1919, se dedicó casi exclusivamente a trabajar las bases de un Estado proletario. Acusarle de crímenes perversos es no solamente absurdo, sino perverso. Lo que hizo Stalin lo hizo porque debió hacerlo, mal o bien. Lenin estuvo por encima de las pequeñeces de la política vulgar. En su obra, de 50 tomos, se encuentra un brillante análisis de la realidad de su tiempo y una mirada al futuro que no tiene parangón en las producciones de otros intelectuales, muchos con lucidez y otros de manera mediocre. Para criticarlo deberían revisar con criterio su pensamiento y obra en su contexto.