El Obispo de Roma, Jorge Mario Bergoglio, en su visita al Brasil en julio 2013, puso sobre el tapete el clericalismo como una de las «tentaciones» del catolicismo latinoamericano. Aseveró: «el cura clericaliza, y el laico le pide por favor que lo clericalice porque en el fondo le resulta más cómodo».
En efecto, el clericalismo sitúa a los fieles laicos en un estado de infancia permanente, porque directa o indirectamente los deja adormecidos, paralizados, totalmente dependientes del cura, no sólo en lo que respecta a la recepción de sacramentos, sino hasta en el ejercicio propio de su condición laical.
En segundo lugar, el clericalismo puede referirse a «ciertas formas de narcisismo o inmadurez que parecen florecer en el estado clerical».
Finalmente, el clericalismo puede referirse a una «cultura del secreto clerical», en la que la mala conducta o las actividades ilegales de miembros del clero, se estimulan tácitamente, o al menos se generalizan, hasta el punto de que cualquier miembro de la Iglesia, incluso sacerdote que considere hacerse crÃtico o denunciante corre el riesgo de ser condenado en vida, «excomulgado».
Cristo llamó a todos por igual cuando nos invitó sin distinción a «ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). El vocablo «laico» designa al fiel cristiano que, por su bautismo, forma parte de la Iglesia, similarmente, seglar es aquel bautizado que no forma parte del clero o de la vida religiosa.
Los seglares o laicos siempre fueron plenamente Iglesia: en los Hechos de los Apóstoles -sin emplear todavÃa la palabra laico- se lee que todos los fieles eran «un solo corazón y una sola alma».
La conocidÃsima Carta a Diogneto (siglo II) habla de esos fieles como de unos ciudadanos a los que nada distingue de los demás sino un tenor de vida admirable.
Durante el siglo IV, en la más grande crisis doctrinal, muchos obispos, y sacerdotes con ellos, abandonaron la ortodoxia, llegando al punto de negar la divinidad de Jesucristo. La herejÃa arriana fue «la más grande crisis doctrinal en la Iglesia» y estuvo a punto de imponerse entonces en toda ella, pero el laicado unido al Papa, permaneció fiel a la Fe Católica, y desde entonces los Papas subsecuentes han mantenido un permanente respeto por el «sensus fidei» - el «sentir de los fieles».
Los fieles tenemos el derecho a ocupar nuestro lugar en la Iglesia, y el deber de defender la verdad y la integridad de la Fe. Deber y derecho no como herramientas de jurisdicción, pero si acaso ellos no cumplen su deber, podemos, por ejemplo, retirarles nuestro apoyo material.
german_mazuelo_leyton@yahoo.com
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresÃa Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del dÃa en PDF descargable.
- FotografÃas en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.