Corrupción un mal endémico

La corrupción que se produce en nuestro país, sobrepasa la cantidad de hechos que se registran en países vecinos, por mencionar lo más próximo y para darnos cuenta de la problemática que afecta a la sociedad en sí, pero lastima muy seriamente la imagen de nuestro país.

Según los observadores hay muchos factores que influyen para que el problema se convierta en un mal endémico y cuyo tratamiento se hace cada vez más difícil por la proporción en que crece y se desarrolla con sintomatología cotidiana, pues no hay día en que no se produzca algún hecho en la amplia y pesada estructura de la administración pública.

Las instituciones que dependen, total o parcialmente de la maquinaria estatal, son proclives al incumplimiento de ciertas normas de orden legal, dando paso a la aplicación de conductas irregulares en las que se incluye la coima, el chantaje, la presión y la extorsión de modo que toda gestión que encare el ciudadano común tendrá que pasar por alguno de esos canales para convertirse en solución, por lo menos parcial, a los requerimientos de la población.

Pero este mal que corroe el sistema administrativo nacional, tiene también su "escudo de protección" y es que el ciudadano que se atreva a denunciar los hechos irregulares, está corriendo un gran riesgo porque la respuesta de los denunciados será la represalia en la atención de trámites, comprometer en fines políticos de "oposición" a los reclamantes y en la mayoría de casos las denuncias quedarán impunes, como muestra de un poder que se lo ejerce desde otro poder mayor y que no puede curarse, eliminarse y menos sancionarse.

El grave problema de la corrupción pasa por muchos niveles de la administración pública, desde los más altos en que los hechos reflejan el manejo de muchos millones de dólares o bolivianos y tienen un implícito apoyo oficial, están luego los casos "medianos" en que se comprometen las autoridades y funcionarios de los ministerios, para luego asentar estos males en los organismos de servicio, lo que se extiende a los sistemas administrativos subnacionales, como las gobernaciones y con alta incidencia de las dependencias municipales.

Para el ciudadano común, la disyuntiva es compleja, o se pone abiertamente contra el sistema, corriendo los riesgos que conlleva destapar los hechos irregulares o se suma "discretamente al sistema", sometiéndose a la presión de altos jefes o la manipulación de subalternos para lograr resultados favorables en sus gestiones, sin importar el tiempo perdido y las exacciones por supuesto irregulares.

La corrupción es realmente un mal endémico que altera el buen desarrollo de las tareas públicas, pone en evidencia una malísima imagen del país y profundiza la desconfianza general contra todo lo que se origina en la administración pública, a la que bien o mal debe concurrir la ciudadanía para salvar las contingencias propias de sus necesidades, esperando por supuesto transparencia en todo lo que implica una razonable relación de comunidad y Estado.

Fuente: LA PATRIA