Loading...
Invitado


Domingo 19 de noviembre de 2017

Portada Principal
Cultural El Duende

Las identidades colectivas y el proceso de modernización

19 nov 2017

Carlos Leónidas Bedregal Tarifa: Aproximaciones a las construcciones ideológicas de las identidades aymaras e indígenas. Construyendo identidades excluyentes, La Paz: rincón ediciones 2017

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Primera de dos partes

Creo que es conveniente presentar el libro de Carlos Bedregal Tarifa en el marco del actual debate, tanto político como científico, con respecto a la temática de las identidades colectivas y de los grupos étnicos que reclaman, entre otras cosas, su derecho a la autodeterminación y a ser percibidos de forma distinta a la habitual.

En el área andina y en el seno de sus comunidades aborígenes ha surgido un indianismo político-cultural alimentado por un fundamentalismo atenuado. Uno de sus rasgos centrales es el esfuerzo por renovar algunas cualidades reputadas como la esencia inalterable de las etnias originarias.

Este renacimiento de una civilización que fue abruptamente interrumpida por la conquista y la colonia españolas abarca también una indagación del pasado, preocupación que podría redundar en un futuro más rico en opciones que la trayectoria presuntamente única hacia el universo eurocéntrico que persiguen los Estados nacionales de la región.

Esta interrogación de épocas pretéritas, que debido a la falta de fuentes comprobables y auténticas, se asemeja a una especulación a momentos esotérica quiere sacar a luz la sustancia identificatoria incontaminada de las etnias aborígenes, identidad que desde el siglo XVI ha estado amenazada por la civilización ibero-católica y en el actualidad por la modernidad consumista del Norte.

Factores adicionales dificultan este designio de recuperar y revitalizar las identidades aborígenes del Nuevo Mundo. Es muy probable, por ejemplo, que las identidades colectivas premodernas como lo son hasta hoy las nacionalidades originarias en Bolivia y en toda el área andina, hayan tenido un carácter cambiante según las circunstancias y los intereses de los involucrados.

Puede ser, por ende, que conceptos tales como identidad, etnia y cultura posean una índole reduccionista, consagrada a clasificar fenómenos variables, no muy coherentes y, en todo caso, muy complejos como si fueran fenómenos estables y delimitables. Este es el gran tema del libro de Carlos Bedregal que hoy se presenta al público.

Muchas veces son factores totalmente externos los que deciden si alguien pertenece o no a una comunidad determinada: la mirada del otro determina a menudo la identidad de uno. En estos tiempos modernos la auto-percepción y el factor subjetivo se han transformado en mecanismos sumamente importantes para precisar la pertenencia a una comunidad.

Las fronteras étnico-culturales dependen también de las circunstancias exteriores y de factores prosaicamente materiales, como el acceso a recursos vitales. Al debilitarse los factores subjetivos, la definición étnica puede entrar en crisis.

En la actualidad las tendencias indianistas hacen evidente el fundamentalismo atenuado en el anhelo de reconstruir lo propio diferenciándose de lo ajeno, lo extranjero, moderno y occidental, y en el rechazo del "imperialismo cultural" de Europa y los Estados Unidos, rechazo que engloba creaciones civilizatorias de índole universalista como los derechos humanos y ciudadanos, algunas pautas razonables de comportamiento socio-político (como la democracia representativa pluralista) y algunos valores actuales de orientación (por ejemplo el principio de rendimiento, el individualismo y la tolerancia cultural).

Mediante fórmulas muy complejas la impugnación del univer­salismo a causa de su presunto carácter eurocén­trico o su talante "avasallador", se conjuga con la búsqueda de una identidad cultural primigenia, que estaría en peligro de desaparecer ante el avance de la cultura occidental de cuño globalizador.

Esta búsqueda, a veces dramática y a menudo dolorosa para las comunidades afectadas, intenta desvelar y reconstruir una esencia étnica y cultural que confiera carac­terísticas indelebles y, al mismo tiempo, totalmente originales a los grupos étnicos que se sienten amenazados por la exitosa civilización moderna. Este es el propósito de Franz Tamayo, criticado por Carlos Bedregal con mucha perspicacia.

Hoy en día este esfuerzo puede ser calificado de traumatizante y de inútil: los ingredientes aparente­mente más sólidos y los factores más sagrados del acervo cultural e histórico del actual espacio andino resultan ser una mixtura contingen­te de elementos que provienen que otras tradiciones nacionales o que tienen una procedencia común con los más diversos procesos civilizatorios.

La quintaesencia identificatoria nacional o grupal, estimada como algo primordial, básico e inalterable, sólo puede ser definida y comprendida con respecto a lo complejo, múltiple y cambiante que está encarnado en lo Otro, es decir en los elementos determinantes de las culturas ajenas y hasta hostiles.

Este ejercicio de la búsqueda por lo auténtico y propio tiene efectos traumáticos porque pone de relieve el hecho de que el núcleo cultural que puede ser considera­do efectivamente como la identidad nacional incon­taminada constituye un fenómeno de importancia y extensión decrecientes.

La inmensa mayoría de los estados existentes actualmente no poseían consciencia nacional hace escasamente doscientos años. Este es el caso boliviano.

Pero la preocupación por la identidad nacional es al mismo tiempo una ocupación que goza del favor popular

(a) porque los fenómenos étnico-culturales se basan en un sustrato real, configurado por una lengua, instituciones y tradiciones comunes, ahora en peligro de desaparecer por la acción avasalladora y nivelizadora de la modernización, y (b) porque en las capas más profundas de la consciencia colectiva se halla el propósito perseverante de aprehender y consolidar algo estable que dé sentido a las otras actividades humanas y que pueda ser percibido como el alma inmutable y positiva de la comunidad donde se vive y se sufre.

Al mismo tiempo, la juventud boliviana ha experimentado a partir de 1982 un clima social proclive a la conviven­cia pacífica de varias culturas, ideologías y lenguajes, lo cual ha significado una reducción de los fenómenos de discriminación racial abierta que eran tan habituales en décadas pasadas y de los cuales los niños y los adolescentes indios eran las principales víctimas.

La instauración de un régimen estable de democracia representativa y pluralista, la economía de libre mercado y el discurso multiculturalista, propagado por varios gobiernos, conjuntamente con otros mecanismos para revitalizar a las etnias originarias, han favorecido una identidad colectiva que incluye de manera paradójica dos tendencias aparentemente dispares: una homogeneización social de acuerdo a parámetros modernos y un florecimiento más o menos libre de algunos aspectos culturales de las comunidades indígenas.

El camino más promisorio parece ser, por lo tanto, el aceptar la diversidad étnico-cultural, con amplia autonomía político-administrativa para las comunidades involucradas, en el marco de la unidad del actual Estado boliviano. Bolivia ha dado importantes pasos para el reconocimiento jurídico-constitucional de los pueblos y territorios indígenas, lo que tiene probablemente varios efectos relevantes, que aún no han sido estudiados adecuadamente por las ciencias sociales bolivianas.

Continuará

Hugo Celso Felipe Mansilla.

Doctor en Filosofía.

Académico de la Lengua

Para tus amigos: