Miercoles 15 de noviembre de 2017
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En la historia política de todos los países que empezaron su gestión con excelentes antecedentes y munidos de las mejores intenciones y propósitos, inclusive contando con colaboradores dignos y dispuestos a cualquier sacrificio en el cumplimiento de sus deberes, parecería que, por principio, la corrupción asume la condición de "aliada" o "acompañante obligada", un mal que al ser ponzoñoso, destruye virtudes y valores; es el mejor medio para conseguir el fracaso de todo lo bien iniciado y, en casos, mejor practicado.
La tentación del dinero fácil, de contar con mayor poder del que se tiene, de la egolatría que "hace más" a quien cree ser mucho o poco, que muestra caminos siempre torcidos y señala ambiciones y conquistas de más poder sin siquiera "pagar el menor precio de honestidad y decencia", resultan fácil presa para el deshonesto, el sinvergüenza (Canalla capaz de los peores crímenes y extremos en contra del ser humano) y de avasalladores (Forma de conquista o logro de más poder apoderándose de bienes, pueblos y personas para hacerlos vasallos o esclavos). Así, el que logra poderes indebidos, permanentemente comete lo contrario al bien, lo ilegal, lo contrario a principios de decencia y responsabilidad.
