Domingo 12 de noviembre de 2017
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Es duro hablar en esos términos de la institución que promueve la justicia y pretende ser reconocida como la institución al servicio de la sociedad boliviana, y en la que tenemos depositada nuestra fe y confianza jurÃdica. Se hace trizas la imagen que nos hacemos de ella cuando delincuenciales hechos inundan sus ambientes tocando a los fiscales, no a todos, pero a muchos de ellos. Recordemos que el año pasado han sido echados 80 fiscales por la flagrancia de delitos diversos.
La delincuencia es la acción de cometer un delito. Delincuente, por tanto, es aquel autor de una infracción, es decir, de cualquier acto previsto y castigado por ley. Se puede llamar delincuente aquella persona que ha cometido un delito. Un estudio emprendido por la criminologÃa lo relaciona con; asaltante, atacante, atracador, bandido, buscón, pandillero, recluso, criminal, cuatrero, facineroso, hampón, infractor, maleante, malhechor, holgazán, merodeador, pistolero, reo, transgresor, habrÃa que incluir; violador, fisgón, acosador, borracho, chantajista, extorsionador, y algunos otros términos. Es una dura lista. No es groserÃa alguna. ¿O cómo podrÃamos llamar a aquel fiscal de El Alto que emborrachaba y violaba sexualmente a su propia hija de 16 años? Un hecho animal. Lo de delincuente queda empequeñecido. Una atrocidad humana que pone a la FiscalÃa en la ridiculez, en la risa ciudadanÃa, en la impunidad que dice perseguir.
