Sábado 11 de noviembre de 2017
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Editorial y opiniones
Recurrente violencia de género en El Alto
11 nov 2017
Raúl Pino-Ichazo Terrazas
Las últimas estadÃsticas policiales deben llamarnos a la reflexión sobre la recurrencia de la violencia contra la mujer en la ciudad de El Alto. Más aún, esas estadÃsticas reflejan los hechos denunciados, empero existe otra numerosa cantidad de ilÃcitos contra la mujer que no son denunciados, precisamente por temor y por la ineficacia de punición inmediata de la justicia.
La disimulada y firme intención por mantener a la mujer como un instrumento para consolidar o perpetuar la hegemonÃa del hombre hace generar, cuando por naturaleza humana surge la resistencia, la violencia de género, manifestada en la innumerable variedad de circunstancias que entroncan la vida cotidiana y el protagonismo de los roles sexistas y de preeminencia machista cuya impronta es el poder del hombre en el universo.
Todo ser humano debiera necesariamente desarrollar la afectividad como una expresión extrÃnseca de razón suficiente, acción válida de la mente por el conocimiento o sinónimo de exigencia, apoyando la vinculación del pensar con el ser, con lo cual se arrinconarÃa definitivamente la violencia de género, pues no se daña, lastima, injuria, veja y hasta mata al ser que produce el elevado e indeleble sentimiento de la afectividadÂ? y no se reconduce esa actitud reticente e histórica del hombre a la afectividad militante por temor o cobardÃa a parecer sentimental o coloquialmente, débil o blando o peor, por no ofender o inquietar a la fratrÃa del poder masculino que se apoya en una base social y hasta polÃtica y religiosa que les inflige complicidad para, como un hato de ovejas, continuar con la posición hegemónica.
Lo afectivo es el sentimiento de cariño inmutable por alguien o algo que se amalgama con el conjunto de fenómenos afectivos como las emociones mesuradas o las pasiones sanas e identificadas que todo ser humano debiera atesorar como realización personal, para prepararse en el reconocimiento de las propias emociones y sentimientos, sobre todo la conducción de los mismos, junto con ese reconocimiento en las demás personas, para asumir como norma inviolable e inderogable la aprehensión definitiva a relacionarse en reciprocidad, resolviendo con la palabra todos y cualesquier conflictos y diferencias de pensamiento, desde el profundo respeto y la empatÃa.