Era, según refieren la totalidad de los autores, una ciudad cosmopolita debido al imán de su riqueza argentÃfera. La abundancia y alta ley de sus minerales, durante los primeros años de la explotación del Cerro Rico, atrajeron a gente de todo el mundo que llegaba hasta la villa, que primero fue asiento minero, con la ilusión de hacer fortuna fácilmente.
Los más buscaban fortuna en la minerÃa, pero quienes no conseguÃan acceso a los yacimientos, cuyo control estaba en manos de ciertas naciones españolas, se dedicaban al comercio y a un sinfÃn de actividades que resultaban más o menos lucrativas en una ciudad donde la plata corrÃa, literalmente, a manos llenas.
Los datos son ciertos pero resultan incompletos.
Llama la atención, por ejemplo, que la población potosina sobrepase la cifra de los 160.000 habitantes en otras fuentes. Ahà está el caso de fray Diego de Ocaña, quien señala que alrededor del año 1600, los sacerdotes habÃan registrado hasta 200.000 indios en las 14 parroquias existentes en PotosÃ, con prescindencia de la población europea.
Se trata de un dato poco manejado, que sin embargo ya es tomado en cuenta por historiadores actuales como Pablo Quisbert, que se ha especializado en el pasado prehispánico potosino y los primeros años de la colonia.
El destino de Potosà estuvo -y, lamentablemente, todavÃa está- ligado a la actividad minera. Cada vez que la minerÃa prospera, la población de la ciudad aumenta.
En las cifras oficiales, su población actual no llega a las 200.000 personas. La realidad, como la historia, muestra otra cosa.
(*) Premio Nacional en Historia del Periodismo
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