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Rezando en un boing 707
Â
Madre,
cada vez que le hablo a Dios
tú te entrometes.
Sales con tus bla bla blas en bloque,
otra vez con el asunto de las cartas.
Si escribo un poema
tú das un reporte contable.
Si hago el amor
me das las frases más graciosas.
Señora Sarcasmo,
¿por qué no te queda ningún hijo?
Ellos
se aguantan sus reverencias.
Ellos se agachan con tu estilo.
Ellos se estrechan las manos
-cómo-estás-tú
en esa misma forma inimitable.
Ellos se saltan
la sopa con perejil
como tú nunca pudiste.
Ellos llevan
a sus hijos en sus brazos
como tazas de chocolate caliente
como tú nunca pudiste
y todavÃa, todavÃa
con tu sonrisa, con tu hoyuelo,
te imitábamos
te imitábamos a lo lejos�
el gran pino del verano,
la playa que te bañó de aceite,
el jardÃn hecho de narices,
la luna atada sobre el mar,
los grandes perros de
sangre calienteÂ?
la muñeca que me diste,
Mary Gray,
o que tu madre me dio
o que me dio la criada.
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Quizás fue ella.
Ella tenÃa un alma,
y era italiana.
Madre,
cada vez que le hablo a Dios
tú te entrometes.
Arriba en el avión,
bajo las nubes tan pequeñas
como cachorros,
el fuego postrado en el sol,
hablé con Dios y le pedÃ
platicarle mis fracasos
y mis éxitos,
le pedà que me hiciera
un juicio moral
como lo hace.
Ã?l dice
no has hecho,
no has hecho.
Madre, tú y Dios
flotan
con el mismo vientre
arriba.
Dijo el poeta al analista
Mi negocio son las palabras.
Las palabras son como etiquetas,
o monedas, o mejor:
como un enjambre de abejas.
Yo confieso que solo me quiebra
la fuente de las cosas;
como si las palabras se contaran
como abejas muertas en el ático,
desabrochadas de sus ojos amarillos
y sus alas secas.
Debo siempre olvidar que la palabra
de uno es capaz de escoger
a otra, y de otra forma, hasta que tengo
algo que pude haber dichoÂ?
pero que no lo hice.
Su negocio es vigilar mis palabras.
Pero no admito nada.
Hago lo mejor que puedo, por ejemplo,
cuando puedo escribirle elogios
a una máquina tragamonedas,
esa noche en Nevada: diciendo
cómo la mágica bolsa acumulada
fue tocando tres campanadas
sobre esa pantalla con suerte.
Pero si debiera decir que esto es algo que no es,
entonces me debilito, y recuerdo
cómo mis manos se sintieron graciosas
y ridÃculas y llenas de todo el crédulo dinero.
Divorcio
He matado nuestra vida juntos,
he cortado cada cabeza,
con sus tristes ojos azules
atrapados en una pelota de playa,
rodando por separado afuera del garaje.
He matado todas las cosas buenas
pero son demasiado tercas. Se cuelgan.
Las pequeñas palabras de tu compañÃa
se han arrastrado hasta su tumba,
el hilo de la compasión,
como una frambuesa querida,
los cuerpos entrelazados
cargando a nuestras dos hijas,
tu recuerdo vistiéndose temprano,
toda la ropa limpia, separada y doblada,
tú sentándote en el borde de la cama
lustrando tus zapatos con un limpiabotas,
y yo te amaba entonces,
eras tan sabio desde la ducha,
y te amé tantas otras veces
y he estado por meses,
tratando de ahogarlo, presionando,
para mantener su gigantesca lengua roja
por debajo, como un pez.
Pero a donde quiera yo vaya
están todos en llamas, el róbalo, el pez dorado,
sus ojos amurallados flotando
ardiendo entre plancton y algas marinas
como tantos otros soles azotando las olas,
y mi amor se queda amargamente brillando,
como un espasmo que se niega dormir,
y estoy indefensa y sedienta
y necesito una sombra
pero no hay nadie para cubrirme
ni siquiera Dios.
Descalza
Amarme sin mis zapatos
significa amar mis largas
y bronceadas piernas
doradas, buenas como cucharas;
y mis pies, esos dos niños
que salÃan a jugar desnudos.
Intrincados nudos,
mis dedos. No están más juntos
Mejor aún, ver las uñas de mis dedos
todos los diez pasos, raÃz por raÃz.
Todos vivaces y salvajes,
este cerdito
fue al mercado y este cerdito
se quedó. Mis largas
y bronceadas piernas como
mis dedos largos y bronceados.
Más arriba, mi amor, la mujer
está invocando sus secretos,
pequeñas casas,
pequeñas lenguas que te hablan.
No hay nadie más que nosotros
en este fragmento peninsular.
El mar usa
una campana en su ombligo
Y yo soy tu criada descalza toda
la semana.
¿Quieres salami?
No. ¿Prefieres un wiski?
No. Tú en realidad no tomas.
Mejor me tomas
a mÃ. Las gaviotas devoran peces,
que lloran como niños asustados.
El oleaje narcótico, reclama
Yo soy, yo soy, yo soy
toda la noche. Descalza,
subo y bajo por tu espalda.
En la mañana
corro recámara a recámara
de la cabaña que juega a la persecución.
Ahora me tomas de los tobillos,
subes por mis piernas,
hasta que llegas a perforar
el hambre de mis ansias.
Vieja
Le tengo miedo a las agujas.
Estoy cansada
de las colchonetas y los tubos.
Estoy cansada
de los rostros que no conozco
y ahora pienso que la muerte comienza.
La muerte empieza como un sueño,
lleno de objetos y de la risa de mi hermana.
Somos jóvenes y caminamos
y recogemos moras azules
durante todo el camino a Damariscotta.
Oh, Susan, ella lloraba.
manchaste tu cintura nueva.
Dulce sabor
mi boca está llena
y el dulce azul se acaba
durante todo el camino a Damariscotta.
¿Qué haces? ¡Déjame sola!
¿no ves que estoy soñando?
En un sueño nunca tienes ochenta años