Apavorado y con una clara muestra de ansiedad, lo soltó inmediatamente dirigiendo ambas manos a su rostro.
-¡Santo Dios! -exclamó, mientras percibÃa escurrir un lÃquido caliente de color azul de su enigmático abultamiento craneal. Sintió un fuerte dolor intercostal que se transmitÃa, a su vez, por su abdomen y piernas, y cayó inmediatamente rendido por el dolor.
Una marea de imágenes invadió sus pensamientos. Su mirada se enfocó en recuerdos cercanos que parecÃan alejarse cada vez más. Aquellas interminables orgÃas del recuerdo se hundÃan irremediablemente en el olvido, y su visión extenuada de tanto observar aquellos distorsionados atavÃos que adornaban la sala se fue apagando lentamente. En un último esfuerzo por contrarrestar la extinción de sus signos vitales, se levantó del suelo y comenzó a correr desesperadamente por la sala, derribando y rompiendo los objetos que se oponÃan a su paso.
Entonces, Franco se precipitó violentamente contra una de las paredes de ladrillo que constituÃan la habitación. Su cuerpo quedó inarticulado y su cabeza se fragmentó en múltiples y pequeñas partes que terminaron esparcidas por todos los recodos del lugar. La extraña substancia azul emanaba profusamente de su base encefalocraneal, la que conformaba, por la presión, olas que llevaban a los pequeños pedazos de su cerebro a sitios más apartados.
De pronto todo oscureció, y en la lejanÃa de su abatimiento, una voz se escuchó:
-¡Octavio! Ven a ver toda esta tragedia.
-Era previsible... HacÃa un buen tiempo que venÃa acarreando serios problemas.
-Es lamentable. ¡Además, no pienso gastar un centavo en su reparación! -exclamó Juan, dudando en parte de sus palabras.
-Lo mejor que puedes hacer, mi querido hermano, es conseguir un nuevo modelo generacional. Te aconsejo uno de materia verde.
-¿Cómo? No entiendo.
-SÃ, los que poseen materia verde en sus intrincados procesadores cerebrales ocasionan menos problemas -aseveró Octavio.
-Es difÃcil. TodavÃa me viene a la memoria esa hermosa pieza de arte -titubeó por unos segundos y luego prosiguió con voz entrecortada-, esa... doncella automática.
-¡Está luchando por sobrevivir! -sostuvo Juan con un cierto júbilo atrapado en su voz-. Creo que podrÃamos intentar reprogramar sus patrones psicosomáticos. Eso le darÃa mayor resistencia emocional en el futuro.
* Paul Gabriel. Escritor cruceño. Narrador de ciencia ficción
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