La nieve caÃa silenciosa en los enormes charcos del oscuro patio de la escuela, la niña seguÃa allÃ, paciente, y repetÃa en voz baja: "PahtelehÂ? pahtelehÂ?".
-Oye tú -le dije al centinela-, se me hace agua la boca, deja pues que entre la niña.
-Está prohibido que entren civiles.
-Pero oye -le dije-, un niño no es más que un niño.
Me volvió a mirar despreciativo:
-O sea, que los niños no son población civil�
Era para desesperarse. La oscura calle vacÃa estaba envuelta por la nevasca y la niña seguÃa allà completamente sola y repitiendo: "PahtelehÂ?", aunque no pasaba nadie.
Sonrió, me presentó la cesta y me dijo con su vocecita fina:
-Trehmarcohcinquentacá´uno.
-¿Todos?
-SÃ.
La nieve caÃa sobre su delicado pelo rubio y lo espolvoreaba con un fugaz polen plateado, su sonrisa era sencillamente encantadora. La oscura calle detrás suyo estaba completamente vacÃa y el mundo parecÃa muertoÂ?
-Ven mañana otra vez, ¿sÃ? -le dije en voz baja, pero ya no me oÃa, se habÃa escabullido muy ágil y cuando metà tristemente mi cabeza por el boquete ya habÃa desaparecido y solo veÃa la silenciosa calle rusa, melancólica y completamente vacÃa: las casas de tejados planos parecÃan irse cubriendo poco a poco con la nieve. Mucho tiempo estuve asÃ, como un animal que mira con ojos tristes desde detrás de la cerca, hasta que me di cuenta de que mi cuello comenzaba a agarrotarse y metà de nuevo la cabeza en el redil.
* Heinrich Theodor Böll. Alemania, 1917-1985. Figura emblemática de la literatura de posguerra.
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