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Domingo 05 de noviembre de 2017

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Revista Dominical

El ingeniero y el hada

05 nov 2017

Por: Márcia Batista Ramos - Escritora, (mar_bara@Yahoo.es) � Para: Blanca Garnica

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Había una vez, en un lejano país enclavado entre montañas, un ingeniero que sabía construir sólidos puentes, carreteras seguras, edificios muy altos. En fin, un buen ingeniero. Que calculaba todas las estructuras con exactitud y las plasmaba en cemento e hierro.

Pero, por un defecto de nacimiento, él no tenía corazón, no era su culpa. Eso ocurre a menudo: algunos nacen sin corazón� (También existen otros que pierden su corazón en circunstancias muy particulares).

Un día, saliendo de una construcción, el ingeniero vio a un hada distraída, muy bonita por cierto, que andaba medio perdida lejos de su bosque encantado. Se acercó y preguntó, sin rodeo alguno, si ella quería que él la acompañe.

- ¿Hasta mi bosque encantado? - dijo el hada distraída.

- No. Por toda la vida. - dijo el ingeniero sin corazón.

- Está bien. - contestó el hada distraída, sonriendo sonrosada, por tamaña ocurrencia.

Pero ella no le dijo, seguramente por distraída, que como era un hada su alma era de cristal. Y él, después de un frío cálculo matemático, prefirió no decirle que nació sin corazón.

Fueron caminando lado a lado, por los caminos sin fin de la vida. Y el tiempo despiadado, que acostumbra rasgar las vestiduras, un día desnudó al ingeniero sin corazón frente al hada; fue cuando ella, invadida por la sorpresa de saber que él no tenía corazón, abrió bien los ojos antes de caer en un sueño cataléptico que duró mucho, pero mucho tiempo�

Se quedó como dormida o muerta, el ingeniero la colocó en un cuarto de vidrio para poder ver cuando ella se despertara y se levantara; seguramente, pensaba él: ella irá a la cocina a preparar un rico manjar con toda la magia del bosque, porque despertará con hambre ya que los años parecen alargarse.

Ningún príncipe, de ningún color, menos azul, se enteró de la noticia del hada dormida. Por tanto, nadie vino a rescatarla con un beso y llevarla a un reino encantado donde sería feliz para siempre. (Eso, de que los príncipes no se enteren, suele ocurrir en muchas historias, pero nadie se las cuenta).

Un día el hada ya cansada del sueño cataléptico, se despierta y se levanta toda adolorida. Lo primero que hace es mirarse al espejo y se espanta al ver la imagen que el espejo refleja después de tantos años en un sueño tan profundo: su alma de cristal estaba clisada. En ese momento sus ojos se llenaron de lágrimas que nunca más se vaciaron, pero que de vez en cuando el hada derrama para ayudarse a respirar.

El ingeniero� bueno, el ingeniero sin corazón tuvo la suerte de que un hada con el alma de cristal clisada no puede volar, entonces recibe amor y cariño que el hada le da sin pedir nada a cambio, para su suerte, ya que no tiene corazón.

El hada dejó de ser distraída; con su alma de cristal clisada y los ojos inundados de lágrimas, se dedicó a atrapar poemas que andan flotando, en su transparente desnudez, por el aire.

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