Miles de personas se congregan cada año en el camposanto para "convivir" con sus difuntos desde el 1 de noviembre, limpiando y adornando sus tumbas con flores, principalmente cempasúchil, de brillante color anaranjado.
En la noche del 2 de noviembre se encienden veladoras para iluminar el camino de los difuntos de vuelta a su morada eterna.
De acuerdo con Marco España MartÃnez, uno de los asistentes, la tradición de acompañar a los muertos durante su visita al mundo de los vivos se remonta a tiempos remotos y se transmite de generación en generación. "Es como lo hicieron mis abuelos con mis padres, mis padres conmigo y yo con mis hijos", explicó a Efe.
España dijo haber venido a arreglar la tumba de su hermana, "adornarla con flores, dejarle sus veladoras para al rato alumbrarlos (a los difuntos) y que vayan con luz en su camino de regreso".
Para este joven, la tradición es motivo de alegrÃa "porque vienen nuestros difuntos a visitarnos y nosotros los recibimos con fruta, con su ofrenda, arreglamos sus tumbas y estamos con ellos conviviendo".
A su vez, Julio Reyes Medina dijo tener en el panteón a algunos familiares, a quienes viene a ver desde que tiene memoria "para que ellos sepan que están presentas todavÃa con nosotros".
"En la casa se ponen mesa, comida, fruta, inciensos y flores, y en el panteón se les traen las flores, el sahumerio. Es lo que le llaman la luz de la vida, o el camino a la vida", manifestó.
"Nosotros aquà vemos la muerte como un culto que se venera y se respeta en estas fechas (...). Muchos le tienen miedo pero para nosotros no; es una manera de ver que el dÃa que estemos nosotros muertos, continuará la tradición", puntualizó.
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