La gran noticia de la semana que concluye es el encuentro de dos ciudadanos bolivianos, uno del Occidente y el otro del Oriente, uno nacido en Orinoca (aldea orureña) y el otro en Santa Cruz, la capital oriental. Se encontraron en el Palacio de Gobierno de la ciudad de La Paz, en horas de la tarde del miércoles 2 de junio del año 2010.
Cuando visiblemente emocionado le proporcioné los datos principales de esa noticia sensacional a mi comadre Macacha que había " llegado a mi casa para cobrarme los intereses mensuales por el préstamos en dólares que me concedió en Carnavales para que pudiéramos viajar a Oruro y cuyo monto aumentó por otro crédito que me concedió para que bailáramos en la fiesta del Gran Poder, la prestamista cochabambina me dijo: “me está usted contando sonseras, compadre, a mi no me importa que se hubieran encontrado un colla y un camba, lo que yo quiero es que usted me pague los dólares que me debe por los préstamos que le hice y que corresponden a los meses de Abril y Mayo”.
Ajeno completamente a esos requerimientos usureros y mercantilistas, yo estaba emocionado por el hecho de que dos bolivianos se hubieran encontrado y hubieran dialogado entre ellos, algo que me pareció insólito en nuestro país donde diez millones de bolivianos vivimos separados y divididos mirándonos con bronca, no sólo por motivos políticos sino también por otros factores como por diferencias culturales, económicas, regionales y hasta deportivas.
Mi comadre Macacha comenzó a impacientarse con mi discurso y me interrumpió diciendo: “¿cómo es, pues, compadre me vas a pagar los dólares que me debes por intereses devengados o prefieres que le entregue este asunto a un abogado masista que podría sacarte la mugre desprestigiándote?”
No hice caSO a la amenaza de mi comadre y entregándole un billete de 100 dólares continué hablándole acerca de los bolivianos que jamás dialogamos entre nosotros y desconfiamos los unos de los otros sin haber cruzado una palabra. Sin conocernos decimos de los demás “¡ese camba presumido!”, “¡ese orureño provinciano!”, “¡ese potosino chujchaco!”, “¡ese tarijeño flojo y lerdo!”, “¡ese cochabambino qué va a ser inteligente si vivía al lado de mi casa!”, “¡ese chuquisaqueño presumido que come chorizos y eructa pavo trufado!”, “¡velay, che ese colla opa!”.
Macacha comenzó a entender y sonrió, momento que aproveché para pedirle que me devuelva los 100 dólares que le había pagado, diciéndome la cholita “creo que tienes razón, compadre, yo les tengo miedo y bronca a los indios porque son mentirosos, flojos y ladrones y ahora último hasta son asesinos y ocultan los cadáveres de sus víctimas, pero tampoco hablo con los policías porque son choros".
Es que los bolivianos estamos divididos en miles de fracciones y no nos encontramos entre nosotros y no dialogamos entre nosotros.
Así es, compadre, me dijo Machaca, nos separamos hasta por el color de la piel y odio a los futbolistas negros y nunca he tenido un amigo stronguista porque hasta el deporte nos separa. !Qué bien que dos bolivianos: un orureño y un cruceño se hubieran encontrado y hubieran dialogado!
PAULOVICH
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