Festividad de la hospitalidad

La celebración de la fecha en el ámbito religioso, lejos de perder su importancia, es una costumbre que crece tanto que la conmemoración de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, es un hecho que reúne a las familias y por el sentido de "recibir a las almas" en cada hogar, se la reconoce también como la festividad de la hospitalidad.

Hay que señalar que cada año, se preparan "tumbas" que durante un par de días, en algunos casos algo más de tiempo se convierten en altares para rendir homenaje a los seres que se adelantaron en llegar a la eternidad por voluntad del -Padre Eterno- La "mesa o el altar" ubicado en un lugar privilegiado de cada casa es el sitio en el que se disponen una serie de elementos, desde las velas que encendidas iluminan el camino para que los visitantes lleguen a compartir con los vivos en la celebración

Este homenaje tiene sus variables sociales, dependiendo de la condición económica de cada familia, que crea con antelación un presupuesto, en el que se incluirán además finas telas, tules y flores, además de los gustos culinarios que son parte de reuniones que unen a los familiares, en una ocasión propicia para hacer recuento de las virtudes y las bondades de los seres desaparecidos.

La celebración permite que además de la familia, parientes y amistades, se aproximen a la "tumba" y compartan bebida y comida con los dueños del hogar, en un intercambio en el que inicialmente se priorizan las oraciones que incluyen algunos cánticos, pero fervientemente los pedidos de que las almas disfruten de la paz, la belleza y la tranquilidad en el Cielo, la gran casa del Hacedor.

El origen de la celebración es de siempre, pero el armado de las "tumbas" podría decirse que comienza en la época colonial, especialmente allí donde los españoles se afincaron y practicaron, no sólo su fe cristiana, sino también algunas de las costumbres propias de su entorno familiar. En el caso nuestro, predomina el recogimiento espiritual, la devoción, la fe y la esperanza de que los seres que fallecieron, gocen de la vida eterna en el hogar más allá del sol.

En el transcurrir del tiempo las costumbres siguen arraigadas en la comunidad, se han presentado algunas variantes, más que todo en la preparación del altar, o la "mesa" como también se la denomina, con más sencillez en ciertas familias, pero sin dejar para nada, el sentido de esperar a las almas y compartir con ellas un tiempo límite cada año, preparar una selección de "masitas", producto de la repostería y entregar esas golosinas a familiares y amistades con el pedido de que se hagan oraciones por los difuntos.

La irrupción de una costumbre extranjera, que disfraza el sentido de celebración y más bien abre una opción de diversión para los niños, no altera en lo más mínimo el sentido de profunda convicción religiosa y de respeto por los seres queridos, que llegan en el Día de los Difuntos y además las liturgias especiales en memoria de Todos los Santos.

El culto a los muertos no es motivo de tristeza, sino un homenaje a la vida, que reúne a la familia y abre la hospitalidad a las almas y a los vivos.

Fuente: LA PATRIA