Miercoles 01 de noviembre de 2017

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La festividad de Todos Santos parece que moviliza más gente que el Carnaval y el Año Nuevo. El tránsito de la ciudad al campo o viceversa, más la romería a los cementerios en las capitales, le ponen a esta fecha una tónica especial. Con la complicidad pasiva de los verde olivo, hasta el costo de los pasajes se cuelga de las nubes. Es noviembre, y se marca agosto en el calendario de los "floteros". Por algo será.
Por antigua tradición, se espera a las almas con gran devoción. Los que creen que vuelven, incluso sienten la presencia virtual de ellas. Y cuando falta la fe, queda al menos el recuerdo que palpita intensamente. Los poetas suelen no equivocarse. Según Víctor Hugo, "La muerte nos hace invisibles, pero no estamos ausentes".
Hay almas de hace años y otras que acaban de irse. Es consoladora la fe que redime, siquiera por un momento, de la desesperanza. El dolor es lo que arraiga la memoria. No se puede reemplazar con nada ni con nadie, por eso duele. Es fama que del dolor han salido las creaciones artísticas más perdurables. El Quijote es una narración jocosa en la superficie, pero trágica en el fondo. Y es porque emergió de una situación extrema: esclavo en Argel; cautivo en Sevilla. Cervantes supo lo que duele la privación de la libertad.