Martes 31 de octubre de 2017
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Muchas personas maltratan sin escrúpulos a los animales, criándolos en guetos como animales de matanza, a los que luego se da muerte en los mataderos, muchas veces de forma brutal; y su carne es consumida. O se les cría en laboratorios científicos para hacer experimentos con ellos. Se actúa como si los animales fueran una mercancía sin vida.
Por ejemplo, el cazador se desliza sigilosamente por el bosque y se esconde en miradores de madera elevados para matar a tiros traicioneramente al animal inocente, el que habiendo sido muchas veces solamente herido, se arrastra como puede atemorizado y dolorido hasta perecer lastimosamente. O pensemos en el agricultor que esparce sus agentes químicos de combate contra la vida de los suelos, como por ejemplo los pesticidas, fungicidas, herbicidas y todo cuanto pueda obtenerse como medios de exterminación. También esparce excrementos animales o humanos en la capa arable de la tierra. Debido a todas estas intervenciones en la naturaleza, la vida de los suelos se convulsiona y luego se asfixia.
Que los animales criados como animales de matanza pasen su existencia vegetando en establos indignos, hasta ser transportados hasta el matarife que acaba entonces con ellos brutalmente, es algo que al agricultor igualmente le importa poco. Su religión determina que los animales no tienen alma y que por tanto solamente son un factor económico.