El 16 de octubre de 2017 el Papa Francisco participó en Roma de la Jornada Mundial de la Alimentación con este lema: "Cambiar el futuro de las migraciones. Invertir en la seguridad alimentaria y en el desarrollo rural" organizada por la FAO (Organización de Alimentación y Agricultura) de las Naciones Unidas.
En su discurso el Papa lamentó los efectos de la inseguridad alimentaria en las poblaciones más desfavorecidas del planeta y llamó a poner freno a las guerras y a la degradación medioambiental, principales obstáculos en la lucha contra el hambre. "Las guerras y los cambios climáticos ocasionan el hambre, pero evitemos presentarla como una enfermedad incurable".
Se debe rechazar la especulación en la venta de los recursos alimentarios. Algunos grandes productores buscan únicamente el beneficio económico o sólo tienen en cuenta las estimaciones de consumo sin prever las reales exigencias de las personas. Esto favorece los conflictos y el despilfarro y hace crecer el número de personas marginadas que buscan un futuro emigrando de sus propios paÃses de origen. Para evitar eso el Papa insistió en que los frutos de la tierra deben estar a disposición de todos.
No se trata de reducir el número de bocas a alimentar, ya que esta falsa solución traerÃa mayores problemas al disminuir la población tal como se observa en algunos paÃses. Hay que evitar desperdiciar tanta comida que termina en la basura y malgastar tantos recursos en cosas superfluas o inútiles, en vez de compartir más con los paÃses pobres.
En referencia a la agricultura Francisco insistió en una mayor responsabilidad global tanto en la producción como en la distribución de recursos alimentarios a favor de la población mundial. Hay datos optimistas de los expertos que muestran cómo crecerá la producción global de cereales dando mayor consistencia a las reservas mundiales.
Este dato da esperanza y nos enseña que, si se trabaja prestando atención a las necesidades y al margen de las especulaciones, los resultados llegan. Pero al mismo tiempo se necesita mayor responsabilidad a todos los niveles, no sólo para garantizar la producción necesaria o la equitativa distribución de los frutos de la tierra, sino sobre todo para garantizar el derecho de todo ser humano a alimentarse según sus propias necesidades.
El Papa subrayó que hay que luchar contra la crisis alimentaria en algunas regiones: "Las muertes a causa del hambre o el abandono de la propia tierra son una noticia habitual con el peligro de provocar indiferencia". Urge encontrar nuevos caminos para aumentar las posibilidades reales de trabajo que permita a cada persona encarar el futuro con fundada confianza, y no sólo con alguna ilusión.
"Amar significa contribuir a que cada paÃs llegue a una autosuficiencia alimentaria. Amar se traduce en pensar en nuevos modelos de desarrollo y de consumo, y en adoptar polÃticas que no empeoren la situación de las poblaciones menos avanzadas o su dependencia externa. Amar significa no seguir dividiendo a la familia humana entre quienes gozan de lo superfluo y quienes carecen de lo necesario".
El Papa subrayó la inferioridad de miles de inmigrantes que no pueden defenderse ante la exclusión. Al carecer de recursos y no conocer ni la cultura ni la lengua de los paÃses a los que emigran, son excluidos de la vida social y polÃtica. Muchas veces son mirados con indiferencia o incluso con rechazo, intolerancia e incluso odio.
Francisco insistió en integrar especialmente a la niñez y juventud, respetando sus tradiciones y religiones familiares. Los paÃses del llamado primer mundo deben aceptar ese compromiso sin atrincherarse detrás de sofismas que no hacen honor a la diplomacia y sino que la reducen a un querer justificar sus propios egoÃsmos. Las autoridades locales deben colaborar con los paÃses de donde provienen los inmigrantes para desarrollen y generen habilidades y capacidades sin que tengan que emigrar.
A nivel internacional hay que dar respuesta a las crisis medioambientales. "La prevención cuesta mucho menos que los efectos provocados por la degradación de las tierras o la contaminación de las aguas, flagelos que azotan las zonas neurálgicas del planeta, en donde la pobreza y las enfermedades crecen y la esperanza de vida disminuye".
Por último Francisco insistió en que la Iglesia Católica tiene que conocer las situaciones que se deben afrontar y de las necesidades a satisfacer, procurando participar directamente en la misión de amar a todos y de recordar a quienes tienen responsabilidad nacional o internacional, el gran deber de afrontar las necesidades de los más pobres.
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